Marxión, un barrio súbitamente ahogado por el tráfico

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

martina miser

La peatonalización del centro de Vilagarcía desvía los vehículos a otros lugares de la ciudad

10 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El segundo mandamiento de la peatonalización de cualquier ciudad consiste en reducir el volumen de vehículos que por ella circulan. Es decir, convencer a los ciudadanos que no los necesitan y, por supuesto, ofrecerles alternativas para que no tengan que utilizarlos.

En Vilagarcía, el primer mandamiento se ha cumplido y ya no circulan los vehículos por el centro de la localidad. El siguiente paso, probablemente el más complicado porque no depende en exclusiva del gobierno local, es el que está todavía en pañales,

Barrios como Os Duráns o Marxión se han visto súbitamente ahogados por un desembarco de vehículos para el que, probablemente, no estaban preparados.

En Os Duráns, el equipo de Alberto Varela ha comenzado a meter mano para incrementar la seguridad de unos peatones que se las tenían que ver con aceras estrechas y un volumen de vehículos mucho más alto al que estaban acostumbrados porque los conductores habían encontrado por allí un importante nicho de plazas de aparcamiento.

Ahora es Marxión el barrio que está desbordado. El Concello decidió hace unos meses habilitar un solar al final de la rúa Doutor Fleming como aparcamiento disuasorio. Hasta ahí, todo correcto. El problema es que la zona está ya al completo cuando más de uno todavía está con el desayuno y que el personal no entiende de líneas amarillas.

El resultado es que el tramo que discurre entre esa zona de aparcamiento disuasorio -en realidad el peligro ya comienza desde el Anexo A Lomba hasta ese lugar- y el cruce hacia la bajada que discurre delante del cuartel de la Guardia Civil hacia el Pac es todo un peligro para los muchos peatones que por ella circulan.

Un peligro porque no tiene aceras, probablemente porque la circulación en doble sentido impide cualquier tipo de alegrías de ese tipo, pero también porque, pese a que hay una raya continua pintada de brillante color amarillo, los coches se amontonan a los lados del vial, Justo por donde deberían pasar los peatones que, a su vez, se ven obligados a invadir la calzada. Sumemos a la ecuación el hecho de que la vía es de doble sentido pero no lo suficientemente ancha como para que quepan a la vez un coche mal aparcado, dos que se cruzan en distintos sentidos y algún peatón y el riesgo es máximo. Si el viandante va acompañado de alguna silla de bebé o, peor aún, lleva a algún menor de edad de la mano todo empeora.

Hay otro punto negro, al menos otro, en el lugar. Al final de esa peligrosa cuesta, y en el desvío hacia el cuartel de la Guardia Civil hay un cruce de caminos peligroso. Por allí están señales horizontales difuminadas, un cartel de propiedad privada -para que a nadie se le ocurra adentrarse en él en busca de un lugar para depositar el vehículo - y una rotonda que no sabemos si es o no es. Lo que hay son dos postes de la luz y algún ceda el paso allí pintado, pero no está muy claro quien tiene que ceder el paso porque rotonda, rotonda, no parece que sea. Un barrio, en fin, súbitamente ahogado por el tráfico en el que ahora florecen las cadenas ante las casas para evitar incursiones no deseadas de vehículos extraños en las propiedades privadas y, hasta hace algún tiempo, tranquilas.