Un estibador llamado Capullo

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

El puerto de Vilagarcía no es solo polvo, ruido y trenes, el puerto es el futuro

01 jul 2019 . Actualizado a las 22:31 h.

He cenado dos veces con Abel Caballero. Pero en el tiempo de esas cenas, el hoy Alcalde de Vigo, y casi Alcalde de España, era Ministro de Transportes de Felipe González y un señor muy aburrido, muy comedido y muy soso. Tanto que me reservaban un sitio en su mesa y yo me escaqueaba y buscaba otra mesa más divertida: la que se formaba alrededor de un tipo muy ocurrente al que apodaban Capullo y que tenía la gracia de ser estibador y de haber sido marino y navegado en cien mares.

Mientras en la mesa del ministro hablaban de hinterlands y cosas así, en la de Capullo se disertaba sobre cómo olían los hombres y las mujeres de los diferentes países europeos o se contaban hazañas amorosas acometidas por marinos de Vilaxoán que habían seducido a capitanas noruegas en barcos escandinavos llenos de hombres suecos. No sé si aquellas historias serían verídicas, pero desde luego, eran bien trovatas y las contaban con una gracia que daba mucho más juego periodístico que cualquier hinterland.

Entre un marino mercante y un ministro y catedrático, siempre preferiré a un marino mercante. Es más, yo creo que Abel Caballero triunfa en política desde que dejó salir del armario su verdadera personalidad, la de oficial de la marina mercante, que parece claro que es su auténtica vocación y su estilo sin filtros.

El universo marinero ejerce una atracción mágica, casi poética. Esa fascinación proviene de su misterio. Todo lo que rodea a los puertos parece algo oculto, escondido, cerrado, impenetrable. Los puertos están vallados, una verja los aparta del resto de la ciudad y en el interior de ese recinto se mueven mercancías, se genera riqueza, se trapichea, se crea un sitio distinto lleno de novelería.

Recuerdo aquellos barcos rusos que llegaban a Vilagarcía y convertían a los comunistas locales en personajes más condecorados que Breznev: llevaban unas insignias soviéticas que no ostentaba nadie en Europa occidental. Aquellos rusos cambiaban cámaras Leica por víveres, organizaban fiestas con vodka a las que invitaban al politburó local del PCE y ya he contado aquí la que se lio en Vilaxoán cuando atracó en Vilagarcía el primer buque ruso con tripulación mixta.

En el interior de la península, la gente cree que esto de los puertos es un tema menor: unos muelles, unos barcos que entran y salen y poco más. No imaginan que son ciudades dentro de las ciudades ni saben que en los municipios portuarios hay dos alcaldes: el oficial y el oficioso, o sea, el Presidente de la Autoridad Portuaria. Además, el ingente movimiento de mercancías, burocracia, descargas, comercio, mediciones, certificados, análisis, etcétera, genera un empleo que convierte un puerto en una de las principales industrias de las ciudades que los disfrutan.

Cuando quiero conocer algún dato sobre la historia de Vilagarcía, recurro a los dos tomos del libro Vilagarcía y el mar, escrito por Manuel Villaronga y Marcelino Abuín. Ahí están las claves de esta ciudad porque Vilagarcía es lo que es gracias a su puerto y a que hoy es uno de los 29 de interés general que existen en España.

Estos días, la Perla de Arousa está alterada por el paso de los trenes camino del puerto. Es más, el recorrido del primer convoy congregó a tanta gente que aquello parecía más bien la procesión de San Roque que un simple trayecto ferroviario.

Me sorprendió que algunas fuerzas políticas pusieran peros al uso de estas vías, que parecían un adorno desde que en 2009 circularon por ellas 44 trenes. En las redes sociales, también se criticó el paso de estos trenes fundamentales para el desarrollo del puerto, es decir, el desarrollo de Vilagarcía. Pero bueno, en las redes y en la política cabe todo, así que centrémonos en lo fundamental: cómo impulsar el puerto de Vilagarcía, o sea, cómo impulsar la ciudad.

El pasado 13 de junio, Iago Carrasco concedía una entrevista a Serxio González en las páginas de La Voz de Arousa. El adjunto a la gerencia de PJ Carrasco resumía perfectamente la situación: «Si un cliente quiere emplear el tren y aquí no existe, acudirá al puerto de al lado». Que Boluda opere trenes en el puerto de Vilagarcía nos pone, en servicios portuarios, a niveles de Bilbao, Sevilla o Alicante.

Carrasco explica en la entrevista cómo las empresas que están en el área de influencia de un puerto mejoran su competitividad, por eso, los puertos atraen inversiones. Pero el puerto vilagarciano necesita que el canal de entrada vaya más allá de los nueve metros de profundidad actuales (11 en marea alta) frente a los 13 de Marín y los 15 de Vigo. Hace falta un dragado y un espacio de almacenamiento en segunda línea, que permitiría tener atracados 12 barcos al mismo tiempo entre los muelles de Ferrazo, Comboa y Comercial. Ahí están las claves del futuro: dragado, almacenamiento, consolidación de la comunicación ferroviaria con el puerto y Vilagarcía crecerá.

Me gusta recorrer el paseo marítimo y ver partir los barcos: ¿a dónde irán, qué les espera ahí fuera? Iago Carrasco decía que el puerto «no solo es polvo y ruido». Yo digo que el puerto no es solo la lírica de los grandes buques zarpando majestuosos. El puerto es el futuro.