Un paseo de lujo por Bonaval y el CGAC de la mano de Álvaro Siza

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

El arquitecto luso recoge el premio de la Fundación Manolo Paz

30 jun 2019 . Actualizado a las 20:00 h.

Habla bajito y con la voz pausada. Por eso el silencio se adueñó de los jardines de la Fundación Manolo Paz, en Cambados. Porque nadie quería perderse detalle de las explicaciones del maestro, del arquitecto con mayúscula. Ese que ha ganado todos los premios. Álvaro Siza llegó ayer a Cambados para recoger el reconocimiento de la Fundación Manolo Paz. Pero el verdadero regalo se lo hizo el artista a los presentes explicándoles esos pequeños secretos que guarda una de sus obras más importantes en Santiago de Compostela, la construcción del Centro de Arte Contemporáneo y del parque de Santo Domingo de Bonaval. El artista hizo un recorrido de lujo por estas instalaciones y, más tarde, recogió el galardón. «É un gran honor e ilusión, ademais dun pretexto para ver este lugar naturalmente marabilloso, pero tamén tocado, e de que maneira, pola man de Manolo Paz», aseguró en relación con la fundación del escultor.

«A arquitectura de Alvaro Siza comeza pisando, ulindo o lugar e escoitando a palabra de quen representa o encargo e a dos habitantes. Sempre co lápiz na man e coa man en movemento desde o primeiro minuto», aseguró la directora de la Fundación Manolo Paz, Julia García. Por esos bocetos comenzó Siza su visita guiada por las obras de Santiago. Hablando de por qué decidió no construir el museo en la parte más alta del terreno, pues considera que los edificios tienen que formar parte del entorno y que solo alguien que tuviera miedo a la arquitectura elegiría esa zona. Relató cuando conoció a Eduardo Chillida y cómo entre ambos eligieron el lugar para poner su escultura. Y narró que había construido un trozo de camino, que en teoría no conducía a ninguna parte, solo para abrazar a un árbol. Detalló también la iluminación del museo, escondida tras tableros suspendidos, de la que muchos dudaron fuera eficiente. Y terminó en la terraza del CGAC, desde donde se puede ver «toda la gloria de Santiago de Compostela».