Driblando a las estrellas

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

RAMON LEIRO

Los jugadores del Barça y el Bayern y su padre, exceltista, se confunden con los niños en el campus que dirigen

29 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«¡Pásamela, Thiago, pásamela, aquí!». El jugador del Bayern de Munich mira al pequeño, de poco más de 10 años de edad, vestido con camiseta amarilla y pantalón corto azul, y le centra el balón. Durante varias horas al día Thiago y su hermano Rafinha renuncian a ser estrellas del fútbol para ser casi uno más en el equipo. El campus Alcántara, que se celebra entre el campo de Chan da Barcia, en Ponte Caldelas, y la granja El Kiriko, en Fornelos, ha roto las barreras entre los cerca de sesenta niños que asisten al campamento y dos de los brasileños más conocidos en el panorama futbolístico actual.

Y cuanto más cerca de Vigo, más de actualidad. No fue posible preguntarle al todavía jugador del Barça hasta dónde piensa que va a llegar el actual Celta de Unzué -entrenador con el que Rafinha coincidió tanto en Vigo como en Barcelona-. Huían de la prensa local siguiendo un estricto protocolo. Dos contratos con sendos medios, uno nacional y otro extranjero, les impedían arriesgarse a dar información más allá de lo estipulado, pero lo cierto es que tan pronto pisaban el terreno de juego todas las reglas ajenas al fútbol se disipaban, y los hermanos disfrutaban tanto o más que los pequeños. Ni siquiera la lluvia que comenzó a arreciar en algunos momentos puntuales de la mañana lograron disuadir a quienes calzaban las botas de tacos de detener el juego o ponerse a resguardo.

Al otro lado de la malla de protección, otras tantas decenas de niños apoyaban la cara en las vallas sosteniendo en una mano un bolígrafo y folios doblados para recoger algún autógrafo de los futbolistas. «Yo voy a pedirle que me firmen las botas»; informaba un admirador a otro mientras se dirigía a las duchas después de los entrenamientos. Estaban nerviosos y solo hablaban un lenguaje: el de los pases, los centros, los goles y los regateos.

Trece puntos de sutura

Igual de atento estaba el padre de los Alcántara, Mazinho, ex jugador del Celta. A él solo le tocó vivir el campus un par de días, y debía apurar la mañana de ayer si quería llegar a tiempo al vuelo que lo llevaría de vuelta a Brasil. Para completar el álbum familiar, también su hija quiso conocer el evento deportivo que dirigen sus hermanos.

Ninguno de ellos escatimó en atenciones hacia los niños. En la cola que habían formado los participantes para sacarse una foto, primero colectivo y luego individual con las tres estrellas del fútbol de la familia se veían rasgos heterogéneos. Un japonés llama la atención por culpa del vendaje que lleva en la barbilla y junto a la oreja. Regresa a su país con cinco puntos en la zona inferior de la cara y ocho más en el lateral. «Cosas que pasan», dice, en un decente español un adulto nipón que acompañaba a la expedición del país del sol naciente. Holandeses, malteses y una inmensa mayoría de españoles -«tardaría menos diciéndoos de dónde no hay niños», bromeaban desde la organización- aguardaban paciente -o impacientemente- su turno. Lo que no sabían hasta que se lo dijo Thiago es que no tenían de qué preocuparse: «Ahora, en cuanto acabemos con las fotos, os firmamos todo». «¿Todo?», preguntaba un niño con una bota y un papel en la mano. «Todo», le respondió mientras le alborotaba el pelo con complicidad y preparaba su mejor sonrisa para el siguiente grupo de pequeños. Ellos, por cierto, tampoco estaban inscritos en el campus. Era lo de menos.