Sillicon Valley en Vilalonga

Marcos Gago Otero
marcos gago SANXENXO / LA VOZ

AROUSA

Alumnos del instituto se enfrentan a retos de creatividad y técnica mientras aprenden programación

04 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tienen catorce y quince años, son jóvenes alumnos de Tecnología y dominan el ordenador con la rapidez del rayo. Un grupo de unos veinte alumnos de cuarto curso de la ESO del IES Vilalonga se enfrentaron ayer a seis retos informáticos, donde los conocimientos técnicos y la creatividad fueron a la par a la hora de conseguir un doble objetivo. Por un lado está aprender a programar con una herramienta única, la tarjeta Neno, diseñada por la empresa Leonardo101. Por el otro, y no menos atractivo para los competidores, estaba el premio al ganador: probarse unas gafas para un paseo virtual.

Al equipo más creativo se le permitirá hacer hologramas con un robot, que ayer presidía la clase como señuelo y acicate para los alumnos. Juan Brito, de Milán, y Danny Macancela, de Barcelona, son los diseñadores de la tarjeta educativa, que aglutina una serie de dispositivos que, en otros sistemas, suelen estar dispersos por una maraña de cables y aparatos. Integrados en una única tarjeta, este sistema innovador también sirve para que interactúen los profesores.

La profesora cambadesa Susana Oubiña escogió los retos. Ella misma fue la primera sorprendida con la rapidez con que los alumnos asumieron la competición. «No pensé que fuesen capaces de lograr los seis retos», recalcó, pero los jóvenes lo hicieron.

En esta ocasión, era palpable el entusiasmo de los concursantes. Nada más sonar la sirena del fin del recreo, la clase se llenó y los equipos, formados de dos en dos, tomaron posiciones. En esa sala, quién sabe, podría sentarse un futuro Mark Zuckerberg o un Steve Jobs. El tiempo lo dirá. Mientras tanto, los chavales avanzan en su aprendizaje.

Primer reto. Hay que diseñar una alarma que sirva para notificar un incendio en una sala de personas sordas. Si no hay fuego, la luz será verde. Si se prende una llama, los asistentes verán una luz roja encendida. Todos se pusieron manos a la obra y en menos de diez minutos los primeros equipos ya estaban enseñando sus resultados a Oubiña para que los clasificase.

En esta clase no hace falta espolear la curiosidad de los alumnos. Las manos alzadas reclamando la atención de un profesor y las preguntas constantes sobre los retos demostraban que los jóvenes no solo se lo habían tomado en serio, es que lo vivían.

Los chavales fueron superando, uno tras otro, cada uno de los retos que les lanzaba su profesora, en un estimulante ejercicio de aprendizaje del que disfrutaron unos y otros. Es una nueva forma de educar a las generaciones venideras.