La mayoría de las 200 hectáreas arrasadas por el fuego en O Salnés este verano sostienen bosques de pinos y eucaliptos cuya recuperación requerirá, como mínimo, dos décadas
22 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.La mayoría de las 200 hectáreas arrasadas por el fuego en O Salnés este verano sostienen bosques de pinos y eucaliptos cuya recuperación requerirá, como mínimo, dos décadas
El Instituto de Investigacións Agrobiolóxicas de Galicia constituye uno de los mejores ejemplos de prédica científica en el desierto. Creado hace exactamente cincuenta años acumula décadas de experiencia y conocimientos sobre la regeneración de suelos quemados. Pese a ello, sus enseñanzas solo han sido aplicadas a gran escala entre el 2006 y el 2008, bajo el mandato bipartito de la antigua Consellería de Medio Rural. El detonante, la catástrofe ardiente que se abatió sobre los montes gallegos hace siete años. El trabajo de investigadores como Serafín González o Tersy Carballas demuestra que, pese a la pasividad que constituye la reacción más habitual ante un monte quemado, hay mucho que se puede hacer para evitar que la erosión arruine la fertilidad de los terrenos azotados por el fuego e impulsar su recuperación.
Xiabre es un ejemplo. El macizo que domina Vilagarcía, Catoira y Caldas ardió en el 2006 por los cuatro costados. Nada menos que 3.000 hectáreas arrasadas. Sobre él recayó el 30 % del esfuerzo regenerador que entonces puso en marcha Medio Rural en toda la provincia. Se construyeron fajas con el propio material quemado en las pendientes para evitar que la tierra se viese arrastrada. Se colocó una capa de mulch, un compuesto de paja y virutas de madera sobre el que se sembraron gramíneas. El objetivo: consolidar el suelo calcinado y prepararlo para la instalación de una cubierta vegetal. Se procedió a la hidrosiembra de una mezcla de semillas herbáceas con las que retener las cenizas y los elementos nutrientes. Por fin, se eliminaron restos, se preparó el suelo, se erradicaron una miríada de brotes de eucalipto y se plantaron 141 hectáreas de especies arbóreas frondosas junto a 177 de coníferas como el pino.
Un proceso muy lento
Pese a que solo se pudo actuar en el 15 % de la superficie quemada (alrededor de 370 hectáreas), el Xiabre sigue siendo verde. Su recuperación prosigue; no se detuvo en el tizón humeante que emergió de aquella oleada de incendios. Claro que hace falta dinero: el esfuerzo requirió 1,1 millones de euros. Las doscientas hectáreas que, a falta de un balance oficial que se resiste -la Xunta argumenta que sus técnicos desaconsejan desgranar los datos por municipios y comarcas para evitar el efecto contagio-, han ardido en Arousa este verano, pueden parecer una minucia. Sin embargo, la destrucción es importante.
Aun en las mejores condiciones posibles, el monte bajo como el que destruyó el fuego en Medas puede tardar entre dos y cinco años en levantar cabeza. Las plantaciones de pinos y eucaliptos quemadas en Xil, Saiar, Corvillón, A Pelada o Tremoedo difícilmente recuperarán su nivel de fertilidad previo a las llamas antes de veinte años. Si hablamos de frondosas, el reloj empieza a contar a partir de los 70 años. «Isto é unha ruína para todos, para nós os primeiros porque ninguén merca eucalipto coa codia ou a leña queimadas, hai que limpalos e temos que facelo nós», subraya la gente de Maderas Romero Baúlo, de Corvillón, en plena faena.