Ravella aprobó su norma antes de perder el control del pleno

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

El alcalde tendrá que convocar de nuevo la sesión en el plazo de 10 días

28 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Aunque lo hizo en solitario -la oposición y el público habían abandonado la sala y entonaban el Himno de Galicia en el exterior de la Casa do Concello- el gobierno local de Vilagarcía aprobó ayer definitivamente el reglamento de uso de los locales de titularidad municipal y la ordenanza que fija los precios por su empleo. El tenso debate, que saltó por los aires tras la lectura de las escasas e insignificantes alegaciones que el concejal de Cultura, Francisco González, se mostró dispuesto a aceptar de los colectivos vecinales, concluyó, pues, de forma positiva para los intereses de Ravella. La factura pagada en términos de imagen se antoja, sin embargo, demasiado gravosa para el magro resultado obtenido.

No son pocos los problemas que el alcalde, el popular Tomás Fole, tendrá que analizar antes de convocar de nuevo la sesión interrumpida, en los próximos diez días hábiles. La falta de control del pleno es una de ellas, y tampoco es nueva. Ayer, por enésima vez, el público se adueñó del debate sin que los responsables municipales fuesen capaces de encauzar una cuestión que es de su entera competencia. En un momento dado, el portavoz de las 36 entidades que firmaban la alternativa, Xurxo Abuín, se dirigió a Fole para mostrar su indignación pese a que Fole en ningún momento le había otorgado la palabra. Dos vecinas hicieron lo mismo para reprochar al primer edil que olvide las parroquias para preocuparse tan solo por el centro de la ciudad. «Ben que viñestes comer o carneiro que eu cociñei», le espetó una mujer de Rubiáns, refiriéndose evidentemente a la fiesta gastronómica que allí se celebra.

Ante la escueta réplica del edil de Cultura, fue el regidor quien intentó defender su reglamento, con lo que apechugó con las críticas que llovían desde los asientos. Tuvo el alcalde, eso sí, el gesto de abandonar el salón por la puerta principal, entre un público que pedía su renuncia a gritos, mientras varios de sus compañeros se escabullían, en cambio, por un lateral. Tomás Fole perdió el control del pleno y varios de los asistentes perdieron las formas. Pero hará mal quien se quede en la superficie del asunto. Poco importan, a la hora de la verdad, el control de accesos -el aforo de 163 personas se vio probablemente superado- o la presencia de seis policías cuando la protesta de los asistentes es prácticamente unánime.