De la tele, la misa y el Pasapalabra

La Voz

AROUSA

12 may 2013 . Actualizado a las 06:56 h.

¿Cómo se cruza la frontera de los noventa años con esa energía que aún destilan José y Maruja? Hasta para eso, cada maestrillo tiene su librillo. «O importante é non darlle ao corpo todo o que quere», dice ella. «Pois eu non me privo de nada. Agora ata tomo café», replica él. Y no solo café: dentro de unos días va a ir a Arbo, a visitar a una de sus hermanas y a disfrutar una lampreada. «Pois eu non podo probar a sal, pero aínda non me queixo. O único, se poidera comprar unas pernas novas...». José reconoce que ahora lo tienen que llevar a misa en coche. Él, confiesa, siempre fue un hombre de iglesia. Quizás fuese para expiar sus picardías. «Se queres que o teu fillo sexa pillo, méteo a monaguillo», canturrea Maruja.

José ríe y reconoce que fue monaguillo de los que sabían latín. Y que «dende que tiña uns nove anos ata que xa non puiden» fue el encargado de llevar la cruz que abre los cortejos fúnebres. «Houbo unha muller que me dixo que cando morrera eu, se non había quen levara a cruz, que ma levaba ela... E xa está enterrada».

Maruja, por su parte, también se reconoce de misa. Pero desde hace años no se mueve de casa para ir a la iglesia: «véxoa pola tele». De ese aparato, lo que más le gusta a José es el concurso Pasapalabra. «Véxoo sempre. Agora hai aí unha rapaza que sabe moitísimo. Non hai quen a bote».