Un diciembre afortunado

AROUSA

Hace diez años, una lluvia de 7.200 millones de pesetas regó Arousa. Desde Vilagarcía hasta O Grove, la suerte dejó un rastro de dinero contante y sonante

14 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El 22 de diciembre nunca amanece igual que el resto de los días del año. Es la fecha mágica del azar, de los niños de San Ildefonso y de las esperanzas depositadas en billetes de papel. Normalmente, esas esperanzas acaban arrugadas en una esquina, olvidadas en un rincón oscuro de la memoria hasta que un nuevo sorteo de la Lotería de Navidad asoma en el horizonte y hace renacer el sueño de que caigan millones del cielo. Hace diez años, una de esas lluvias afortunadas cayó sobre Arousa. Todo fue por culpa del número 07308. Un número «feo» que se coló en la administración de lotería número 3 de Carril y que desde allí expandió una brillante cola de millones hacia Rubiáns, A Illa y O Grove.

Elvira Hermida fue el heraldo de la fortuna en tierras arousanas. Diez años después de haber repartido 7.200 millones de pesetas por toda la comarca aún recuerda hasta el último detalle de aquel día. Sin que nadie lo supiera, a su despacho de lotería de Carril habían llegado 50 series del que iba a ser el segundo premio del sorteo del día 22. «Era tan feo que una comisión de fiestas me lo devolvió, dijo que no lo quería», cuenta Elvira. Pero el patito feo se convirtió de pronto en cisne. «Cuando lo oí por la radio, lo primero que pensé fue que me iba a llamar Iñaki Gabilondo», dice. Luego ya no tuvo tiempo a pensar en mucho más, porque comenzaron las celebraciones y los brindis con champán. Y eso que en Carril poco había quedado del 07308. «Fue un premio muy repartido», cuenta Elvira. En forma de décimos o de participaciones, el patito feo se repartió entre decenas de trabajadores en Vilagarcía, A Illa y O Grove.

El bar Alegría, en Rubiáns, fue uno de los epicentros del terremoto con el que la fortuna hizo temblar a Arousa hace diez años. En el pequeño local tintinearon durante todo el día las copas para celebrar que por allí habían pasado para quedarse 3.312 millones de pesetas. Una cifra nada desdeñable que cayó como un bálsamo sobre la parroquia de un establecimiento frecuentado por trabajadores de las fábricas que conviven en la recta. El local ha ido cambiando con los años. Incluso ha cambiado de nombre: ahora es el Laura Alegría. Laura es la mujer que ahora lleva las riendas del establecimiento. Al hablar de la lotería sonríe y advierte: «Este año vuelve a tocar aquí. Te lo digo yo. ¡Si hasta vino gente de Madrid a buscar el número que tenemos porque habían tenido una intuición!», cuenta. Luego acepta echar la mirada atrás. A diez años atrás. «César, ¿a ti non che tocara a lotería daquela?», pregunta a un parroquiano acodado ante un café en la otra punta de la barra. César asiente. La suerte le había regalado cuatro millones de pesetas. Una cantidad que, obviamente, «no lo quitó de pobre» pero sí le permitió acabar su casa y pagar la carrera a sus dos hijas. Cuentan en el Alegría que, como César, la mayor parte de los premiados aprovecharon bien su dinero y lo transformaron en casas, coches y algún que otro capricho. «También hubo alguno que entre fiestas nocturnas y diurnas zanjó todo en un mes», recuerda Laura con una sonrisa.

Desde Rubiáns, el pájaro de la suerte puso rumbo a A Illa. El azar tomó la forma de una gaviota e hizo que 2.448 millones de pesetas del segundo premio de la Lotería de Navidad fuesen a distribuirse por toda la isla desde un local conocido como la sede no oficial del Partido Popular: A Chabola. Al frente de ese establecimiento sigue Martín. «¿Que recordo daquela? Que era dez anos máis novo», bromeaba el tabernero. Recuerda también la fiesta, los brindis, y que en los meses que siguieron al sorteo muchos de sus clientes cambiaron los motores de sus lanchas, sus embarcaciones o sus coches. Y es que en A Illa el premio se coló, sobre todo, en el bolsillo de mariscadores y mejilloneros. Martín, el de la Chabola, fue uno de los afortunados de hace diez años, y no renuncia a ser uno de los afortunados del próximo día 22. Su local tiene los días contados: se ha cruzado en el camino de la carretera de acceso al muelle de O Xufre y la piqueta amenaza con llevarselo por delante. Sin embargo, Martín no se da aún por vencido y sigue como siempre. Como siempre, jugando a números acabados en 8. Este año está vendiendo «lotería como a area». «A xente anda apurada e anda a ver se lle toca», cuenta.

Elvira, desde Carril, también nota el aleteo de la crisis. Esa especie de melancolía colectiva que lo salpica todo, ralentiza la vida comercial y tiene a todo el mundo enfadado. Recuerda como, hace diez años, los 7.200 millones de pesetas de la Lotería se desparramaron por comercios y tiendas de Vilagarcía, de A Illa y también de O Grove. Hasta allí había llegado la suerte gracias a un intercambio de décimos que dejó en la tierra de los mecos 1.368 millones de pesetas. De nuevo, el dinero quedó bien repartido gracias a las participaciones hechas por el club de baloncesto y el APA del colegio Valle Inclán. Del sorteo no salieron grovenses multimillonarios, pero sí decenas de familias con la bolsa satisfactoriamente llena y dispuestos a compartir su alegría.

Al recordar todo aquello, Elvira no puede evitar un suspiro y formular un deseo: «¡Ojalá este año vuelva a tocar por aquí!». Seguro que el azar tendrá en cuenta la plegaria de esta madrina de la suerte.