Quien espere ver en la playa de A Compostela a un grupo de esculpidos mozalbetes y redondas señoritas operando bajo las órdenes del Mitch Buchannan de turno puede ir pensando en otra cosa. Los socorristas nada tienen que ver con la imagen plasticosa que difunde la serie Los vigilantes de la playa. De hecho, apuntan los responsables de la federación, «algunos de los capítulos son utilizados en los cursos para obtener el título como ejemplo de lo que nunca se debe hacer». Es más, ni siquiera el famoso aparejo bermellón que lucía Pamela Anderson se ajusta ya a la realidad. Frente a una rígida boya de este tipo, los vigilantes mundanos utilizan un floppy o tubo de rescate. Se trata de una especie de almohadilla dúctil dotada de un arnés, que asegura la flotabilidad del rescatado. Por otra parte, la especialidad deportiva que practican los socorristas no persigue la gloria individual de los participantes. Por contra, lo que se busca es el fomento del trabajo en equipo. Y sobre todo, se trata de una práctica educativa, no sólo por los contenidos que se desarrollan, sino por la potenciación de valores como el compañerismo y el respeto entre sexos. Emilio Barreiro, animado, se comprometió ayer a promover un club en Vilagarcía.