Usuarios de pie en los pasillos y puntualidad en los horarios sorprenden cada día a los usuarios del ferrocarril Ulises navegó durante veinte años por el mar Egeo, sujeto a los caprichos de los dioses. En pleno siglo XXI y a bordo de un tren, el trayecto más pequeño se puede convertir en una verdadera odisea. Lo que no conseguirá el usuario habitual del ferrocarril es caer en la rutina diaria. Desde que empezó a funcionar el nuevo horario, el pasado día 10, las sorpresas se suceden. Un viajero puede encontrarse, por ejemplo, con dos vagones repletos de pasajeros de pie o sentados en sus maletas en medio del pasillo el lunes. Y el martes, con cuatro vagones que circulan desiertos. Eso sí, los trenes ahora son puntuales.
19 jun 2001 . Actualizado a las 07:00 h.E. M. O. VILAGARCÍA «Puxeron todo ó revés», afirma sin tapujos un niño de unos cinco años para resumir el enfado de su padre. El hombre comenta en la estación de Vilagarcía la cruz que le ha caído con el cambio de los horarios del tren. Vive en Pontevedra y tiene que viajar todos los días a Vilagarcía para ir a trabajar. La reducción de horarios lo obliga a madrugar dos horas más para no llegar tarde por la mañana. El problema se repite al final de la jornada, ya que debe esperar otra hora en Vilagarcía para regresar a su casa. El madrugón y la cena fría que ya se han hecho cotidianos para él, hacen que añore el antiguo horario de Renfe. Historias que se repiten Javier quiso bajarse en Santiago la semana pasada, pero no pudo y tuvo que hacer el recorrido completo hasta A Coruña. Es universitario y estudia en su casa de Pontevedra para los exámenes finales. El viernes tenía que ir a Compostela. Cuando el tren paró en la ciudad, Javier pensaba bajar, pero se topó con un obstáculo insalvable: una multitud de personas y equipajes que se acumulaban en el suelo del tren convertían sus pasos en una misión imposible. Peleó con piernas y brazos por avanzar hacia la salida, pero la puerta se cerró antes de que pudiera alcanzarla y el tren siguió su camino hasta A Coruña. Cuenta todo esto con aire resignado, mientras ve como la historia se repite y además, en el mismo trayecto entre la ciudad del Lérez y Santiago. Los dos vagones que recorren esta ruta a las 10.42 de la mañana viajan repletos. El revisor pasa con aire despistado de uno a otro y sin picar los billetes de los pasajeros, que se acomodan como pueden encima de sus equipajes. Javier, que ha conseguido sentarse, espera alcanzar la puerta esta vez. Pero no todas las sorpresas han sido desagradables. El cambio en los horarios ha tenido la virtud de conseguir lo una puntualidad exquisita en los trenes. La tan repetida frase de «el tren viene con el retraso habitual», que se solía escuchar en todos los andenes, se está quedando sin sentido.