Llueve y hay que tirar del tópico: esto es Galicia. Miles de personas por toda A Mariña habrán levantando hoy las persianas de sus habitaciones, corrido las cortinas y asomado en sus rostros un gesto de fastidio al certificar el pronóstico que ya temían cuando se revolvieron entre las sábanas añorando el cosquilleo del calor de los últimos días. Hoy no. Hoy no hay playa. ¡Y en domingo! Además, con esta lluvia cochinera que se recrea en su insignificancia, esa llovizna que parece que no, pero sí, cuando te descuidas te cala hasta los huesos. Los de aquí la conocemos bien. Puede estar ahí el tiempo que quiera, cascabelea, te da un respiro que alienta la esperanza, te confías y vuelve. No se cansa. Sigue y sigue porfiando, jugando contigo. Como se ponga a ello, estará todo el día. No haga planes. Será inútil. Es Galicia.
En la cafetería el ambiente también es gris, de caras abotagadas que con desgana ojean el periódico. Afuera el ronroneo de los coches es constante. Ráfagas desacompasadas que pasan con los faros encendidos por defecto, fantasmas de ojos chisposos que agujerean la niebla. El sensor del automóvil, pragmático y objetivo, no sabe de calendario y desdeña descarado la fecha: domingo 18 de agosto. Otro domingo de colesterol. Ayer no fue precisamente un viernes de vigilia en este territorio comanche para el LDC, con Queimada en Cervo, churrascada en Marzán, carne ao caldeiro en Remourelle, comilona en el festival del emigrante de Foz, festa da tortilla en Celeiro de Mariñaos… y hoy, más churrasco en Carballido. Cualquier día de estos la Organización Mundial de la Salud señalará a A Mariña en un mapa por su riesgo para las enfermedades cardiovasculares.
Y de repente, entre tanta fiesta, cola en el supermercado, atascos en la carretera y eventos por todos lados, viene esta lluvia a fastidiarlo todo y a recordarnos cuál es nuestro lugar. Y además con el descaro de hacerlo en domingo. ¿Será posible? Lluvia, sí, oxímoron del 18 de agosto, que hablando en plata es la contradicción, el fastidioso maná que modela el carácter, el paisaje, la forma de vivir y de entender la vida y que nos recuerda que esto, aunque a veces no lo parezca, no es el sur del país.
A mi lado un hombre en bermudas y camiseta de tirantes se enfrenta a la realidad. Revuelve con prisa el café y lo despacha de un sorbo. Afila la mirada por el resquicio que deja la puerta cuando alguien entra y al instante vuelve a hundirse en la pantalla de su teléfono móvil. Afuera sigue lloviendo. «¿Parará, no?», le pregunta a la camarera. «Seguro», miente ella. En la barra alguien rezonga «nunca choveu que non escampara», y deja en el aire un jeroglífico, «xa pouco queda», sin que se sepa a qué se refiere.