En forma con el taichí en Celeiro

Yolanda García Ramos
YOLANDA GARCÍA VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

PEPA LOSADA

Estas mujeres de 70 a 83 años llevan años practicando la milenaria técnica oriental

18 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Imaginémonos que estamos en China. Sí, China. Paseamos por un hermoso parque en Pekín. Al amanecer, seguramente veamos cómo grupos de mayores practican con entusiasmo el antiguo arte marcial chino del taichí. Es la gimnasia suave que vino de allá hace tiempo y que en A Mariña caló entre población joven... y no tan joven (refiriéndonos a la edad, no al espíritu). Un ejemplo lo tenemos en Celeiro, en Viveiro. La verdad es que la Casa do Forno y su entorno se prestan para la práctica: paredes de piedra, sala luminosa y espaciosa, campo verde y con árboles en plena ebullición primaveral... Reina la paz, mientras un grupo de una decena de mujeres de entre 70 y 83 años realizan los ejercicios siguiendo las indicaciones de José Manuel Bellas. Es el monitor de este grupo que comenzó hace casi diez años. En esta clase en concreto están Dolores Franco (la más longeva), Charo Meitín, Olga Fernández, Luz Rivas Cobo, Milagros Varela Cinza, Manuela Cambeiro, Carmen Pino Fernández y Carmen González Posada. Faltan Feli, Maruxa, Tilde y Carmen, avisan las presentes. Son alrededor de 13, pero llegaron a ser unas 30.

Habla Manuela: «Empecei por facer un pouco de exercizo. Non sabía o que era o taichí. O día que non vimos parece que estamos máis agarrotadas». «O día que veño a ximnasia ou se vou andar ata durmo mellor. Aquí reláxaste, estás coas compañeiras... Eu bótoo de menos cando se acaba», sigue Charo Meitín. «É unha rutina», añade Milagros.

Bellas explica que lo que más cuesta es introducir «formas, secuencias de técnicas continuadas; o que máis lles gusta é facer ximnasia, moverse...Non é taichí cen por cen, é unha ximnasia un pouco light, ximnasia ataichada digamos, relaxada, lenta, suave e non repercute nas articulacións(...) Tamén traballamos moito a coordinación». A veces recurren a las pelotas de pilates o al «bo», un palo de 1,82 metros de largo. Él recuerda la reciente visita del maestro Kodama a Viveiro: «Di que de quen aprendeu máis foi dunha señora maior. Estivo con ela catro horas... pero non a volveu a ver».

«Estamos de maravilla», dicen las alumnas de su profesor. Y le dan nota alta: 10, 9... «Da caña», señala Carmen. «Facemos o que podemos», defiende otra. «Se podemos, vimos, porque o pasamos ben», añade otra compañera. Lo tienen claro: «Non o deixamos».

Les pido que avisen si van a China: «Se nos pagan a viaxe...»