Rouco considera que la ley del Gobierno de muerte digna no contempla la eutanasia

a. P. madrid / la voz

A MARIÑA

27 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«No se trata de una ley de eutanasia». Así de contundente se manifestó ayer el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Antonio María Rouco Varela, al ser preguntado sobre el anteproyecto de la ley reguladora de los derechos de la persona ante el proceso final de la vida, más conocida como ley de muerte digna. Aunque el arzobispo de Madrid reconoció, en un desayuno del Foro Nueva Europa, que no había leído el texto de la propuesta gubernamental, explicó que sí se lo había trasladado a algunos de sus colaboradores, y que, a la espera de un análisis más detallado, la primera impresión es positiva.

Es la primera vez que la cúpula eclesiástica se pronuncia sobre este anteproyecto, y llama la atención que la postura expresada por el máximo representante de la CEE se distancia de los argumentos empleados en los últimos días por colectivos ultraconservadores de defensa de la vida, que han calificado el texto como una regulación encubierta de la eutanasia.

Esta opinión se produce tres meses antes de la vista del Papa a España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid en el mes de agosto. Y la Iglesia católica no quiere en estos momentos provocar un posible nuevo conflicto con el Gobierno de Zapatero, que está prestando la máxima colaboración en la preparación de la llegada del papa Benedicto XVI a Madrid para su participación en la Jornada Mundial de la Juventud.

Indignados

En su comparecencia, Antonio María Rouco, a preguntas de los asistentes al desayuno, también se refirió a los indignados que desde mediados de mayo se encuentran acampados en la madrileña Puerta del Sol. A su juicio, la problemática que padecen los jóvenes españoles «está en las situaciones de paro, pero sobre todo están en su corazón, y ahí es el único sitio donde pueden solucionarse. La democracia vive de presupuestos que ella misma no se puede dar. Debe beber de otras fuentes de humanidad», dijo. Para el cardenal, estos «problemas profundos» no se solventarán con reformas políticas, económicas o sociales.