Acaba de ganar el Premio Internacional Emilio Alarcos con su novela En la luz inmóvil. Y desde el Madrid en el que vive y escribe, igual que mientras viaja a cualquier lugar del mundo, sigue iluminando cada una de sus páginas con colores de mar que son, claro, los de una Galicia inmortal. Es Ramón Pernas.
-El título de su nuevo libro remite a un verso de Cesare Pavese.
-Pavese fue muy importante en mi formación literaria. Era muy joven cuando leí Una bella estate. Pasaron los años y en el Piamonte, con motivo de un Premio Grinzane Cavour, acudí a San Estefano Belvo, donde está enterrado el poeta, y recuperé mi memoria pavesiana, dando lugar al inicio de esta novela.
-Dicen, quienes han leído el manuscrito, que este es el mejor de todos sus libros.
-No hay, para quien las escribe, novelas mejores o peores. La última suele ser la favorita del autor, pero no es mi caso. Soy autor de un único libro, que voy publicando por entregas, fiel a mi compromiso literario y a mi pasión por escribir. Y estoy seguro de que las novelas son las que eligen a quienes las escribimos. A veces pienso que cada nueva novela no es otra cosa que un final de camino.
-Tras un proceso de escritura tan intenso, ¿qué siente cuando da el manuscrito por culminado?
-Una extraña sensación de alivio. Cuando te mira el manuscrito y estableces con él un cruce de miradas que precede de un diálogo sin palabras, sabes, más bien intuyes, que la tarea está concluida, aunque bien sabes que una novela no se acaba nunca, no termina.
-Si él habitase este difícil tiempo de sombras, ¿escribiría Álvaro Cunqueiro?
-Sí, Cunqueiro escribiría hoy. Y sería igual de grande. Escribiría la saga de Ipad y el Caballero Twiter, en las Colinas de Google que están a espaldas de las Tierras de Miranda, en un Paraíso Wifi que abarca Mondoñedo entero. Grande y moderno Don Álvaro, Gloria Eterna.