El polifacético lugués y su esposa tuvieron que acatar una sentencia de la Audiencia Provincial lucense y se vieron en la necesidad de buscar una nueva casa para vivir
13 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Toda una vida organizando con éxito concursos de mises y, al final, hubo una mujer que venció a Pepe Garalva: su casera. «Quien pudo fue el juez», asegura el polifacético lugués que hace solo unas semanas tuvo que dejar el piso en el que vivía con su esposa desde el año 1962 como consecuencia de un desahucio promovido por la propietaria de la vivienda.
«Le fui ganando muchos juicios, menos el final», asegura Garalva quien echa pestes de la mujer que quiso amargarle la existencia. «Ella es la directora de una conocida fábrica de embutidos. Fue denunciada muchas veces por diversos temas. Fue pudiendo con todos, incluso con miembros de su familia», contó José García Vázquez, Garalva, el hombre que durante cuarenta años organizó festivales de mises en Galicia.
Da la sensación de que este lugués de barba blanca está resentido con su arrendadora, pero puede que sea solo una sensación del periodista. «Le aseguro -se apresura a decir Garalva- que tanto mi esposa como yo estamos contentos, felicísimos con nuestra casa nueva. Tiene una habitación más y mayor luminosidad. En definitiva no tiene nada que ver en cuanto en comodidad con relación al piso de donde nos echaron. Todo por un poco más de alquiler. ¡Y con portería!».
García, después del lío judicial en el que se vio inmerso, saca resultados positivos que le hacen sentirse orgulloso. «¡Hasta hubo quien me ofreció firmas de apoyo!. En mi calle casi todos los vecinos estaban de mi parte porque conocían perfectamente la situación y quien es mi casera. Hubo incluso quien compró piso en el edificio y acabó vendiendo, entre otras razones, porque el paso de calefacción llegó a pagarse a dos euros y el metro cúbico de agua caliente a 6», aseguró.
El polifacético lucense (hace unos días entregó a sus amigos y clientes su tradicional calendario futbolístico con todas las categorías) aún se guarda algunas cartas en la manga. Perdió una batalla judicial, pero dice que sus abogados todavía están estudiando posibles acciones contra la casera, concretamente por la tramitación de la deuda que le hizo tener que coger los bártulos y marchar de casa. Una deuda de poco más de 2.000 euros, que Garalva considera injustificada, fue la causa del desalojo por orden judicial. «La mudanza y otros detalles ya nos costaron bastante mas de esa cantidad que nos reclamaba la casera y que se hubiera pagado, pero no dio tiempo a hacerlo», explicó.
La cantidad que la casera reclamaba judicialmente era, según la sentencia, en concepto de cantidad asimilada a la renta. Tanto el organizador de los concursos de mises como su esposa, explicaron en el momento de conocer el fallo que la deuda se debía a consumos de calefacción que les atribuyen que hicieron cuando realmente no es así, según expresaron. Les llegaron a exigir 221 euros por el mes de enero de este año o 289 por el de febrero, cuando nunca llegaron a pagar tarifas semejantes. Su consumo está entre los 20 y los 70 euros mensuales, dijeron La reclamación, según indicaron, escondía un objetivo claro: echarlos del piso porque tenían una renta muy baja.
El fallo judicial les sorprendió, no ya por la decisión del desahucio sino por la argumentación de la sentencia. El fallo dice que la deuda se refiere a «los importes correspondientes a los servicios individuales del piso como agua, calefacción, etcétera» sin embargo añade que «ciertamente no goza de toda la precisión deseable la demanda». Al matrimonio desalojado le queda la duda de si el tribunal revisó realmente toda la documentación que llegó a sus manos.
Garalva y su esposa recuerdan que la deuda debería estar plenamente justificada por parte de la comunidad. En este sentido explicaron que una hija de la casera actúa como secretaria, sin embargo «no aparece el nombre de ella en la justificación de la supuesta deuda».
La sentencia no les dejó demasiadas opciones. No solo no daba opción a recurrir a los perjudicados sino que les advertía de que les apercibía de «lanzamiento dentro del plazo legal». «Nosotros, queremos dejarlo muy claro, no dejamos de pagar en ningún momento ni la cuota del alquiler ni tampoco el IBI, ni tampoco los consumos. Sin embargo nos encontramos con cargos exagerados por el consumo de gasoleo y agua caliente que no tenían ningún tipo de justificación y que no tenemos la posibilidad de comprobar en ningún momento», contaron en su momento José García y su esposa Berta Abelairas.
Cuarta casa
José García tiene 80 años y parece haber suscrito algún convenio secreto con las arrugas porque se conserva como un chaval. La que estrenó hace unas semanas es su cuarta casa. Nació, según recordó, en la Ruanova y vivió en la zona de la Praza do Campo, al lado de lo que en su día fue la librería Alonso. Su padre fue empleado de una farmacia de la zona, la del boticario Carlos Alonso Hortas que pasó mucho tiempo enfermo. Realmente, según Garalva, quien se ocupaba del negocio era su padre. Recuerda que en una mesa de mármol de la farmacia hacían habitualmente «muchas pócimas».
Después de la plaza do Campo se fue a la zona de Lamas de Prado, de donde tuvo que irse.