Verano

Jesús Vázquez Conde

AL SOL

Jesús Vázquez Conde. 52 años. A Coruña. Vigilante de seguridad.

28 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque no suena el despertador me levanto a las siete de la mañana, puntual como siempre, todos los días a la misma hora, como si fuese a trabajar, pero la verdad es que hoy es el primer día de vacaciones, una ducha, un café, algo de bollería, y listo para comenzar. Bajo al bar de la esquina, a leer La Voz de Galicia, mientras, María la dueña me sirve un café con leche y sacarina, la edad no perdona, y el azúcar tampoco. En vez de sentarme en la barra como es habitual en mí, lo hago en una mesa, coloco el periódico al frente y a mi lado depositan el café solicitado. El bar esta vacío, se abre la puerta y una impresionante mujer se asoma por ella, tras revisar concienzudamente las opciones para sentarse me pide permiso y se sienta en mi mesa justo al frente mío, retiro el periódico y comenzamos hablar, es de fuera y quiere conocer la ciudad, yo que tengo el tiempo libre me ofrezco a servirle de guía, ella me dice que me invita a comer donde elija, así que tras llegar a ese acuerdo de mínimos que estaré dispuesto gustosamente a ampliar, nos levantamos y nos vamos hacia la salida. El comienzo de las vacaciones no puede ser más prometedor, menudo plan para el primer día, a ver cómo acaba el mismo, pero desde luego las perspectivas son buenas. Entonces y poco antes de salir por la puerta mi cabeza parece estallar, un zumbido enloquecedor me penetra en la misma, no entiendo lo que pasa, mi asombro es mayúsculo cuando al mirar a María, la dueña, y a mi acompañante, comprendo que soy el único que lo percibe, el sonido se hace más insistente, y cada vez más enloquecedor, por momentos estoy tentado de tirar algo por el amplio ventanal, pero sigo siendo el único que percibo ese molesto zumbido, que cada vez es más alto, al final no me queda más remedio que abrir los ojos y apagar el despertador, se aproxima otra jornada de agosto, un día caluroso encerrado entre dos paredes, y todo lo anterior ha sido un dulce sueño, maldita la suerte de los que trabajamos en verano.