Asistir a un concierto de música occidental está penado con latigazosLas fiestas donde chicos y chicas bailan juntos están consideradas «cultos satánicos»
13 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.«Por favor, por favor? es mi cumpleaños y quiero que mis amigos se lo pasen muy bien. Le prometo que cortaremos la música a las doce en punto». Leyla se estrena en sus 16 y abre la puerta de casa enfundada en una escueta minifalda y un bikini mínimo. Su cara está teñida con todos los colores del arco iris y el vaso de whisky oscila peligrosamente en su mano. Estamos en un barrio residencial en la parte norte de Teherán y aquí los hijos de la clase pudiente pueden permitirse el whisky de contrabando, a 150 o 200 euros la botella.
Los amigos de Leyla, chicos y chicas, bailan con desenfreno al ritmo de los últimos temas de hip-hop norteamericano. Ninguno está mucho más abrigado que la anfitriona. El humo del hachís invade el salón y la música impide conciliar el sueño a los vecinos. Pero esto es más la excepción que la norma para la mayoría de los jóvenes iraníes.
Si hay algo que echa de menos un chaval en la República Islámica es poder salir con una chica. No ya a tomarse una cerveza, sino a dar una vuelta. «Esta zona no es muy recomendable. Hay muchos drogadictos y camellos. Y también está lleno de prostitutas», se disculpa Reza, un antiguo luchador que ahora trabaja de chófer, al salir de una zurjané o casa de la fuerza, un gimnasio donde se practica la lucha tradicional iraní, al sur de Teherán.
«Son afganas, ya no son chicas de los pueblos como en tu tiempo; son más baratas y nos dejan repetir», apunta su hijo veinteañero. «Y tú, ¿cómo lo sabes?», pregunta el padre. «¿Qué vamos a hacer los viernes?», responde con franqueza el joven. La naturalidad con la que abordan el tema resulta chocante. Alí puede decirle a su padre que los fines de semana se acuesta con prostitutas, pero sería incapaz de confesarle que tiene una novia y que mantiene relaciones con ella.
Tampoco es que los chicos tengan muchas alternativas de ocio. «¿No cree que a mí también me gustaría poder salir por ahí con mi novia, y poder ir a una discoteca? Claro que sí, pero está prohibido», se lamenta Hooman, que se prepara para competir en un campeonato nacional de culturismo.
«Si sabe de algún concierto de música moderna, me gustaría que me lo dijera. Seguro que como extranjero tiene más oportunidades», comenta medio en broma al periodista, consciente de que tanto para él como para su interlocutor, asistir a un concierto de «música decadente occidental» está penado con unos cuantos latigazos.
Cada poco aparecen noticias en los diarios iraníes sobre detenidos por practicar «cultos satánicos». Se trata, muchas veces, de fiestas en las que suena música underground , se bebe alcohol y, sobre todo, chicos y chicas bailan juntos. «Hay más de 3.000 cultos de adoración a Satanás en el mundo y unos 50 de ellos han logrado entrar en Irán», ha publicado el diario Etemad citando a un portavoz policial. Según él, estos grupos «se apartan de las religiones monoteístas, hacen falsas promesas, explotan sexualmente a otras personas y se encargan de promover la islamofobia».