Un sij de buenas maneras y con fama de honrado, considerado padre del milagro económico indio
INTERNACIONAL
Con 76 años y una reciente operación cardíaca, Manmohan Singh parece tener todas las papeletas para repetir mandato como jefe del Gobierno de la India en un momento decisivo para el país. «Singh is king» (Singh es el rey), título de una popular cinta de Bollywood, es el eslogan con el que celebran su victoria.
Antes de convertirse en el 2004 en el primer sij jefe del Ejecutivo, cuando la presidenta del Partido, Sonia Gandhi, anunció la decisión de cederle el mando, fue el artífice del gran cambio económico indio cuando, siendo ministro de Finanzas (1991-1996) abandonó el socialismo del fundador del partido y primer jefe de Gobierno de la India independiente, Jawarharlal Nehru, y liberalizó la economía. Esas reformas permitieron a la India dar el salto que la ha colocado como una potencia emergente, y que Singh ha mantenido con un crecimiento medio del 8,5% durante su mandato.
Nacido el 26 de septiembre de 1932 en un distrito de Punyab, que con la partición de 1947 pasó a ser Pakistán, Singh estudió Economía en la Universidad estatal y amplió estudios en el Reino Unido. Ha trabajado en los ministerios de Comercio Exterior y Finanzas y fue nombrado gobernador del Banco de la Reserva de la India.
Tras cinco años como jefe del Gobierno, sigue atesorando una fama difícil de poseer en la India corrupta: la de la honradez. Ni siquiera se la discuten sus enemigos, que han preferido poner el dardo durante la campaña en su supuesta «debilidad», no solo por su salud precaria, sino también por estar supuestamente «calentando la silla» para el heredero de la dinastía, Rahul Gandhi.
Siempre vestido con ropajes tradicionales y su característico turbante azul celeste, hasta la sonrisa es imperceptible en el tranquilo Manmohan Singh, que califica la política como «el arte de lo posible».