Petraeus, perdón, Obama, deja sin excusas a la UE

Leoncio González

INTERNACIONAL

Europa tendrá muy difícil escamotear la ayuda que EE.?UU. pide para Afganistán

29 mar 2009 . Actualizado a las 03:00 h.

No hay constancia de que Obama haya leído la tesis doctoral sobre los errores que cometió EE.?UU. en Vietnam y que le valió a su autor, el general Petraeus, el exclusivo PH.D. por Princeton. Es evidente, sin embargo, que la nueva estrategia que anunció para Afganistán el viernes está sacada del molde que el ilustre militar extrajo de la derrota en Saigón y que ya aplicó en Irak. Se resume en la idea de que las guerras del siglo XXI no se pueden ganar solo con alardes de fuerza bruta. Para imponerse al enemigo es imprescindible, además, echar mano de la ingeniería social.

La fórmula, que da casi la misma importancia a cavar trincheras que a poner alcantarillas y que necesita tanto la puntería del artillero como el buen hacer de aparejadores y médicos, parece pensada ex profeso para Europa, donde los enfoques humanitarios de este tipo ayudan a edulcorar los estrictamente bélicos. Sin embargo, va a colocar a sus líderes ante un dilema espinoso.

Negarle o escatimar la ayuda que viene a reclamar el inquilino de la Casa Blanca en la próxima cumbre de la OTAN, cuando se hace eco de las propuestas en las que más se insistió a este lado del Atlántico, se interpretaría como un desplante. Pero, al mismo tiempo, un mayor compromiso choca con la tendencia dominante en las opiniones públicas europeas, que no acaban de ver los beneficios que se derivan de tener tantos soldados expuestos tan lejos.

¿Tantos? Sí, muchos. Contrariamente a lo que podría deducirse de la insistencia estadounidense en recabar un mayor esfuerzo, la presencia militar de Europa en Afganistán ya es considerable y no ha dejado de subir en los últimos años. Hoy asciende a 26.389 soldados frente a los 17.433 que había en el 2006.

Es cierto que la cifra está desigualmente repartida porque solo seis países (el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Holanda y Polonia) tienen más de 21.000 hombres desplazados. También es verdad que únicamente un porcentaje todavía más pequeño, básicamente británicos, holandeses y daneses, se baten en las provincias del sur, las más expuestas al fuego enemigo. Pero esto no oculta que los efectivos europeos ya representan el 43% de los que tiene movilizados la ISAF. Incrementarlos podría verse como un paso más dentro de una escalada creciente.

Contrainsurgencia

Hay indicios que apuntan en esta dirección. Los manuales de contrainsurgencia que maneja Washington aconsejan una proporción de 20 soldados o policías por cada mil civiles, lo que implicaría un mínimo de 600.000 hombres asignados solo a labores de contención. Sumadas las tropas desplegadas hasta ahora por la coalición, las que promete enviar EE.?UU. en las próximas semanas y los militares con que contará el Gobierno afgano una vez se cumplan los planes de expansión de su policía y su ejército, sumarán 300.000, justo la mitad de lo que se necesita para tener garantías de éxito.

A esta insuficiencia hay que añadir la evolución del conflicto en los dos últimos años. Frente a expertos como Michael O'Hanlon, que relativizan la gravedad de lo que pasa diciendo que el número de bajas es todavía inferior a las que causa el crimen organizado en países como Colombia, México, Rusia o Sudáfrica, otros no dejan de subrayar la cuesta abajo hacia el caos por la que se precipita el país.

Es el caso, por ejemplo, de Anthony H. Cordesman. En un informe reciente para el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) desvela que los ataques en los dos primeros meses del año sumaron el doble de los registrados en el 2008 y que las áreas de alto riesgo aumentaron entre un 30 y un 50% cada año desde el 2005, lo que ha convertido a la capital, Kabul, prácticamente sitiada, en un equivalente de la Zona Verde de Bagdad.

Un diagnóstico parecido dio a conocer el Consejo Internacional de Seguridad y Desarrollo (ICOS) también hace poco. Según sus datos, los talibanes tienen ahora una presencia permanente en el 72% del territorio cuando hace un año era del 54%. Tres de las cuatro principales carreteras del país registran actividad guerrillera. Los integristas han empezado a expandirse desde el sur, donde gobiernan villas y ciudades, en dirección al norte y el oeste, lo cual nos conduce de nuevo a las tareas de reconstrucción civil que Obama señala como prioridades. Como demuestra la propia experiencia de Petraeus con los suníes de Mosul, solo tiene sentido acometerlas si al mismo tiempo está garantizada la seguridad de forma eficiente.

Pero los talibanes están envalentonados por sus sucesivos avances. Tienen moral de victoria y van a intentar dar el golpe definitivo en la campaña de este verano, saboteando la celebración de las elecciones presidenciales. Solo si estas salen bien, se podrá empezar a poner los ladrillos después. Pero antes, ¿quién va a repeler los ataques? ¿Cómo se va a impedir que no arrasen las urnas? No. Los refuerzos, además de levantar escuelas lejos del frente, tendrán que llevar las bayonetas caladas para imponerse.