Nace un héroe en Estados Unidos

Victoria Toro

INTERNACIONAL

Los tripulantes del Airbus siniestrado en el Hudson, las autoridades y los medios de comunicación norteamericanos ensalzan la destreza del comandante del vuelo

17 ene 2009 . Actualizado a las 03:17 h.

«Gracias, gracias, gracias. Espero que alguien le dé un inmenso premio». Esas eran las palabras que uno de los pasajeros del vuelo 1549, que ayer acabó sobre las aguas del Hudson, en Nueva York, le dedicó al nuevo héroe de EE.?UU., el piloto Chesley Sullenberger. Y no es para menos. Tras el fallo de ambos motores, un minuto después de despegar, el comandante tomó en segundos una decisión que probablemente salvó la vida a muchos cientos de personas. No solo a las 155 que viajaban en la nave y que resultaron prácticamente ilesas, sino a muchos otros cientos que estaban en las orillas del río o en los edificios colindantes.

Ayer, solo unas horas después del accidente que no llegó a convertirse en tragedia, la ciudad, encabezada por su alcalde, Michael Bloomberg, volvió a agradecer al piloto y al copiloto la hazaña. Bloomberg mostró la llave de oro de la ciudad que el Ayuntamiento dará a ambos.

Aún se desconoce exactamente lo que ocurrió en los tres minutos de vuelo, pero algunos de los pasajeros han hablado de sus impresiones y de cómo fue la evacuación. Uno de ellos, John Howell, afirmaba que nada más despegar oyó un golpe y pensó: «Hemos chocado con una bandada de aves». Justo después, el miedo debió apoderarse de los viajeros. «Se produjo un enorme silencio», contaba Fred Baretta. Lo que había ocurrido es que ambos motores habían dejado de funcionar. Algunos viajeros afirmaron que habían visto fuego en uno de los motores. Y la mayoría contó que olía a humo y a combustible.

En ese momento, el piloto decidió realizar el amerizaje de emergencia. Antes de comenzar la maniobra, se dirigió a los pasajeros y les pidió que se prepararan para un impacto. La tripulación les indicó que posaran los pies en el suelo, pusieran la cabeza sobre las rodillas y los brazos sobre ella. «En ese momento yo rezaba, rezaba y rezaba», declaró una de las viajeras.

El avión se posó sobre las aguas del Hudson levantando una cortina de agua que fue observada por las miles de personas que estaban en la orilla o en los edificios que lo bordean. Dentro del aparato que permaneció flotando, ya comenzaba a entrar agua. La tripulación pidió a los pasajeros que se pusieran los chalecos salvavidas y salieran inmediatamente al exterior. Jeff Kolodjay, que también viajaba en el vuelo, contó que se produjo «un caos organizado». «Cuando se abrieron las puertas comenzó a entrar agua», recordó. «Todos llevábamos los chalecos, intentábamos mantenernos en calma y caminar en línea recta», agregó.

La mayoría de los viajeros se fueron hacia la parte de atrás del avión, que es donde estaban las puertas. Bill Zuhoski contaba cómo el agua empezó a entrar muy deprisa. «Temí que me llegara al cuello», explicó, «pensé que me podía ahogar». Así que se quitó la ropa para poder nadar mejor y se arrojó al río. Fue rescatado inmediatamente por un bote y pudo ver como la mayoría de sus compañeros esperaban de pie y con bastante calma en una de las alas del avión.

Y esta es la segunda parte de la historia, la magnífica actuación de estos equipos. Según los pasajeros, cuando abrieron la puerta del avión para salir, ya había barcos para recogerlos. El alcalde comunicó que un minuto y 22 segundos después del accidente llegó el primer bote al lado del avión. Todo el mundo echó una mano. Los ferris turísticos que recorren el Hudson se unieron a los botes de salvamento. Lo que se dice un final feliz.