El patriarca cristiano maronita, monseñor Nasralá Sfeir, condenó el atentado y se preguntó «si son las victorias [militares] del general Hajj las que están detrás de su muerte».
Hajj devolvió el orgullo a los militares. Fue el jefe de la operación contra los islamistas de Fatah al Islam que se enfrentaron durante más de tres meses al Ejército en el campo de refugiados de Naher el Bared.
El general Michel Aoun, jefe de un importante grupo parlamentario, calificó el atentado de «crimen protegido» y advirtió contra «la explotación local y occidental» de esta muerte. Aoun, que criticó al Gobierno de Fuad Siniora por no hacer nada para prevenir los atentados, agregó que los autores del asesinato de Hajj son aquellos que se benefician de él.
El líder de la mayoría parlamentaria, Saad Hariri, dijo que el atentado ocurre en un «momento crítico en que los enemigos del Líbano tratan de mantener el vacío presidencial y sembrar la discordia entre los libaneses». Hariri hizo un llamamiento a un inmediato nombramiento de presidente.
El grupo chií Hezbolá, principal fuerza de la oposición, advirtió que estos actos «permiten a los criminales hacer más profunda la crisis libanesa».