La lucense Delia Riesgo (de soltera Dorado) lleva 27 años en San Diego. «En el sur de la ciudad, donde no hay arboleda ni monte», matiza para explicar que los incendios están como a diez millas de su casa. Antes pasó 30 años entre Cuba y México desde que salió de su Fonsagrada natal.
Asegura que «ayer [por el martes] no se podía abrir la puerta por el humo, no se veía nada y el aire era todo cenizas». Sin embargo, ayer miércoles, añade, la situación mejoró algo y ya luce el sol.
Delia también vivió los incendios que destruyeron 3.000 casas y mataron a 22 personas hace cuatro años, y opina que entonces fue «bastante peor». Ahora la fatalidad le afecta a través de la familia de su nuera, que tiene parientes en Rancho Bernardo (que al igual que Fallbrook y Ramona han quedado reducidas a cenizas).
Estos familiares llevan tres días en casa de su hijo porque las llamas quemaron todo el área que rodea su vivienda. Al parecer, el inmueble se ha salvado, pero las autoridades les han dejado entrar solo para recoger algunas pertenencias. «Temen que vuelva el fuego», dice esta fonsagradina.
«El desayuno a la cama»
El también lucense David Méndez Rodríguez pasó la noche del lunes en el estadio Qualcomm. Este estudiante de Viveiro, que llegó a San Diego el pasado domingo, y que unas horas más tarde fue evacuado del campus de Alliant, asegura haber quedado impresionado por la organización. Afirma que «un montón de voluntarios distribuían comida, colchones, tiendas, mantas, almohadas, cepillos de dientes, desodorante...». Y añade antes de partir ya de regreso al campus desde la casa de la cónsul honoraria española: «Yo dormí toda la noche de un tirón con mi grupo de estudiantes y por la mañana me despertaron ofreciéndome una bandeja de donuts. Te traen hasta el desayuno a la cama, pensé».