Diversión en la peor cárcel del mundo

Tatiana López

INTERNACIONAL

Con restaurantes de comida rápida, gimnasios y hasta una universidad, la base naval de Guantánamo ofrece a sus militares una vida distendida fuera de la prisión

08 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Aunque ninguno de los prisioneros encerrados en el centro de detención de Guantánamo lo sabe, a tan sólo unos metros de sus estrechas e incomunicadas celdas se erige un McDonald's, que ofrece su conocida comida rápida al precio de un dólar. El establecimiento es solo una de las múltiples diversiones que la base naval de Guantánamo ofrece a los militares destinados a la que ha sido calificada internacionalmente como «la peor cárcel del mundo».

En las 400 millas que componen el lugar, es posible ver escuelas, decenas de restaurantes de comida rápida, centros de ocio, gimnasios, campos deportivos y, por supuesto, playas. Es así como muchos de los guardias destinados en la isla dividen sus días entre las horas de trabajo en el centro de detención y las clases de spinning gratuitas que se ofrecen en los numerosos gimnasios.

«Es la mejor base en la que he estado jamás. Tenemos playa, sol y hasta nuestro propio campo de béisbol», le asegura a La Voz el guardia Jeremy Ferguson, quien cada día trabaja durante 12 horas en uno de los módulos de máxima seguridad de la isla. Cuando se le interroga sobre si no le resulta duro custodiar a los detenidos, el militar escupe su respuesta de carrerilla: «Ese es mi trabajo, yo no juzgo, no me meto en política y no cuestiono nada».

Esta impermeabilidad, resistente a las críticas internacionales contra la famosa prisión e inmune incluso a los rumores de un supuesto cierre de la institución, se puede apreciar en cada una de las miles de personas que cada día aman, trabajan, viven, compran y, por supuesto, disfrutan al margen de los 340 detenidos que todavía permanecen encerrados dentro de sus celdas individuales en el centro de detención.

?El resurgir de Guantánamo

Tanta indiferencia podría estar motivada por diversos factores, incluyendo los políticos, pero hay uno que sobresale por encima de los demás: la bonanza económica generada gracias a la apertura de Guantánamo. Considerada un vestigio de la guerra fría hasta hace cinco años, la llegada de los primeros detenidos a Guantánamo supuso para esta base una inyección de decenas de millones de dólares para la construcción de casas y el resto de las infraestructuras que componen el lugar.

«Digamos que el centro de detención abrió más oportunidades a nuestros habitantes», dice el comandante de la base, Marc Leavy, autoridad suprema de las 4.000 almas que pululan en la ciudad, cuya gran mayoría provienen de las islas Filipinas y Jamaica.

Leavy asegura que la instalación del centro de detenidos no interfiere en absoluto con las misiones tradicionales del campamento: «Poca gente sabe que aquí también se lucha contra el narcotráfico o la emigración ilegal. La opinión pública no entiende qué había un Guantánamo antes de la guerra del terrorismo y qué seguirá estando aquí mucho después de que esto acabe». Así que lanzamos una inevitable pregunta: «¿No cree que la historia sólo los recordará por esta prisión de Guantánamo?». «Será parte importante, pero el destino de esta base es el de cambiar constantemente de estatus», es la tranquila respuesta de Leavy.

?Buena relación con Cuba

Y al comandante no le falta razón. Alquilada oficialmente desde 1903 al Gobierno cubano por la simbólica suma de 4.000 dólares al mes -aunque Castro nunca ha cobrado ni uno solo de los cheques-, este pedazo de tierra está plagado de acuerdos y desencuentros entre las dos naciones, enemigas desde hace décadas. Estos desencuentros van desde la decisión del presidente cubano de cortar el suministro de agua a la base, hace ya 40 años, hasta las continuas críticas de George W. Bush al régimen comunista, las últimas esgrimidas durante la última asamblea general de las Naciones Unidas.

La tensión política permanente entre los dos países no parece, sin embargo, afectar a la relación «pragmática y productiva que nos une con nuestros vecinos», señala Leavy. Una relación que se resume en un encuentro mensual entre representantes de las dos partes, en el que se tratan temas de interés común en la zona, al margen de la política: «Nosotros tenemos que hacer un trabajo lo más eficientemente posible. Lo que ocurra en Washington [o en los campos], no nos corresponde. Sólo tratamos de que este sitio siga siendo un buen lugar donde criar a tus hijos», concluye Leavy.

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