Canal Plus estrena la serie de HBO sobre la ascensión al poder y la caída del líder iraquí
07 jun 2009 . Actualizado a las 02:27 h.«El hombre que es capaz de sacrificar a su mejor amigo es un hombre sin flaqueza». Esta frase atribuida a Sadam Huseín, personaje central de una nueva miniserie de HBO, podía haber sido pronunciada, de modo parecido, por Vito Corleone o Tony Soprano. House of Sadam , la última aportación de la cadena estadounidense a la ficción televisiva de calidad, sigue la línea de los grandes relatos de mafiosos, aquí aplicada a retratar a un sátrapa con inconfundible alma de padrino. El primer capítulo arranca en 1979 con la llegada a la presidencia de Huseín, echando mano del eterno manual práctico de Maquiavelo, para asegurarse el control absoluto de todos los resortes del poder. El hombre no duda en apartar a su débil predecesor, desata una purga violenta que se lleva por delante a sus potenciales adversarios dentro del nuevo gobierno y se rodea de discretas nulidades como Tarek Aziz, incapaces de toser a su lado y, sobre todo, de quitarle brillo. «Reconozco a un traidor antes que él mismo», proclama al cepillarse a uno de sus más inteligentes colaboradores, previendo quizá que este pudiera poner algún día en entredicho su liderazgo. Apuntan los guionistas que el dictador tenía un plan. Su principal obsesión se llamaba Jomeini, encarnación del extremismo islámico que el iluminado iraní pretendía llevar hasta el corazón mismo de Bagdad, cuna de las más antiguas civilizaciones, como proclama orgulloso Huseín en uno de sus raptos nacionalistas. El desmedido amor a la patria, fuente de tantos conflictos, y su férrea defensa es el salvoconducto que le permitirá dar rienda suelta a todos sus caprichos, sexuales o de cualquier otra índole. El salvador de Irak merece ser su dueño, o eso creía él. Los próximos capítulos prometen adentrarse además en los vericuetos de una vida familiar con reminiscencias shakesperianas, por lo que ya ha podido intuirse de su complicada relación con la madre o el hijo Uday. Afortunadamente, existe otra televisión.