José Luis Méndez, de 32 años, natural de la parroquia de Bardullas, en Muxía, llegó antes del verano a Laufen, una comuna (municipio) del cantón de Basilea, en el norte de Suiza, de habla alemana. Atiende al teléfono cuando ya ha concluido su jornada laboral, mientras estudia alemán. Asegura que el idioma pronto será fundamental para conseguir trabajo, y él se prepara para ello. «As cousas non son coma antes. A lingua é fundamental. E tamén queren poñer limitacións, porque entra moita xente. En Suíza hai traballo, pero tamén moita competencia».
José, que echa de menos a su mujer y a sus dos hijos («o cambio lévase bastante mal»), y también el mar, se va acostumbrando a su nueva vida en Suiza, el mismo camino que tomaron miles de vecinos de la Costa da Morte (principal comarca española en la nación helvética) en los últimos 51 años. Desde hace diez, el retorno le ganaba a la emigración, pero ya no es así. Él llegó a Suiza en taxi -un retornado de Liechtenstein que ahora lleva y trae a sus paisanos-, como tantos de la zona.
No es fácil, de todos modos: «Eu tiven sorte, xa me colleron á primeira porque marchei con todo mirado. Os españois, os galegos en xeral, non teñen problema», explica. Ir con algo amarrado es crucial, pero sigue habiendo quien no lo hace: «No pobo no que estou teño visto a algún español chegar coa maleta na man e ir por aí arriba, mirando e preguntando», como en otros tiempos. José trabaja en la construcción. Son dos españoles y tres portugueses (un colectivo que está copando Suiza), y todos se llevan bien y se entienden. No obstante, no tenía preferencias: «Aquí vense ao que haxa». Compensan los sueldos, «moito mellores ca en España», y la vivienda no excesivamente cara, pero hai que tener en cuenta las prioridades: «Aquí vés a traballar e a aforrar, nada máis». Como toda la vida. De vez en cuando hay que tomar algo con los compañeros. En un centro español, en el que la mayoría son gallegos.