Alberto Barbeito: «Mientras intentaba librarme del perro creí que me quedaba allí»
LUGO CIUDAD
La víctima del ataque del perro del castillo de Pambre, se queja de que no había ninguna señal alertando de la presencia del animal
03 nov 2010 . Actualizado a las 10:29 h.Alberto Barbeito (Abegondo, 1973) todavía tiene el susto en el cuerpo por el ataque de un perro dentro del castillo de Pambre, en Palas de Rei. Lo que parecía que era una incursión sin mayor trascendencia se convirtió en una trampa que pudo haber terminado en desgracia.
-Lo primero, ¿cómo se encuentra?
-Dolorido, pero después de estar delante de aquella fiera, ahora estoy contento [se ríe]. Pensé que no lo contaba.
-Pero, ¿qué fue lo que sucedió?
-Fuimos a la feria de Monterroso y decidimos visitar el castillo. Cuando llegamos vimos que estaba cerrado. Mi esposa se quedó en el coche con mi hijo y yo me fui a dar una vuelta. Había un sendero y un muro de seis u ocho metros de alto y por la parte trasera, la muralla estaba derrumbada. Me subí para ver el castillo, vi un hórreo y entré.
-Entonces, ¿el ataque se produjo dentro del recinto?
-Sí. El perro no salió fuera de la muralla. De lo que me quejo es de que no estuviese señalizado.
-¿Por ningún lado?
-Nada, nada. Seguro. Me comentaron que salieron unas imágenes donde se veían unos letreros que avisaban de que había un perro, pero ayer [por el lunes], estoy segurísimo de que no había ningún letrero. Fue lo que más rabia me dio porque si sé que hay un perro, ya no entro. Además, es un sitio turística y fui yo como pudo ser una excursión de niños.
-¿De qué raza es el perro?
-Es un mastín del Cáucaso.
-Y en cuanto lo vio, ¿fue directo a usted?
-Sí, según me vio ya me atacó en el brazo izquierdo. Yo lo agarré por el cuello sin soltarlo y lo iba arrastrando por donde había entrado porque ese era el único sitio por donde podía salir. Llegó un momento en el que el perro se calmó. Entonces lo solté y eché a correr hacia la salida. El perro se levantó y me mordió en el brazo derecho. Logré soltarme de nuevo y volví a agarrarlo por el cuello. Lo eché contra el muro, le di cuatro, cinco o seis golpes. Hasta que se asustó y se marchó. Subí la muralla y salí. Tuve que andar doscientos o trescientos metros por el monte hasta llegar al coche donde estaba mi esposa y mi hijo.
-¿Y cuándo lo vieron?
-Buff, ¡vaya susto que se llevó mi mujer! Le dije, espera, hazme un torniquete, porque estaba echando mucha sangre por el brazo izquierdo. Pensé que me iba a desangrar allí. Mi esposa cogió una bufanda y me hizo un torniquete en el brazo y llamaron al 112. Me llevaron al centro de salud pero al ver las heridas me trasladaron al hospital de Lugo.
-¿Qué lesiones presenta?
-Desgarros en los dos antebrazos y arañazos en un costado. No sé cuántos puntos me dieron. Me dijeron que tenía que guardar reposo durante tres semanas y tengo bastante dolor.
-Durante el ataque, ¿en qué pensaba?
-Mientras intentaba librarme del perro creí que me quedaba allí. Sabía que en cuanto lo soltara volvería a atacarme otra vez. Incluso cuando iba corriendo por el monte, tenía miedo de no alcanzar el coche, desfallecer antes y no poder dar aviso a la gente. Pensaba: tengo que llegar, tengo que llegar. Cuando me hicieron el torniquete ya me di cuenta de que morir, no me iba a morir.
-¿Y apareció por allí el dueño?
-Casualmente estaba allí el encargado de cuidar el pazo. Se puso muy nervioso y no supo reaccionar cuando le pedí que me hiciera el torniquete. Luego llamó al 112.