Tensión en el juicio en el que tres hermanas de Meis reclaman los bienes del que dicen que es su abuelo, José Benito Torres Bouzas, un vecino de dicha localidad que en los años veinte emigró a Argentina.
26 may 2010 . Actualizado a las 12:14 h.Amparo, Dolores y Ana María Domínguez son tres hermanas nacidas en Meis que aseguran ser nietas de José Benito Torres Bouzas, un vecino de dicha localidad que en los años veinte emigró a Argentina y que, según ellas aseguran y algunos vecinos comentan, dejó un hijo no reconocido que es el padre de las demandantes. Para demostrar esa filiación solicitaron la exhumación del cadáver de su propio padre, enterrado en un cementerio de Meis, y que el ADN se cotejase con el de Severino Julio Torres Domínguez, un septuagenario del que echaron mano como único pariente vivo por vía paterna del abuelo fallecido en la emigración. Detrás de tan curiosa petición está una herencia de diez millones de euros, cantidad en la que fueron valoradas las 62 fincas que José Benito Torres dejó en O Salnés sin testamento ni herederos. Y es quizás esa valoración la que ayer sembró de tensión el juicio en el que se vieron las caras las tres demandantes y las personas que ahora disfrutan de las propiedades del emigrante. Ayer se celebró en los juzgados de Cambados la vista para la determinación legal de filiación paterna no matrimonial. Como por las buenas Severino Julio Torres no accedía a hacerse la prueba del ADN, las hermanas tuvieron que acudir al juicio como parte demandante, y el anciano, como parte demandada. En la vista, el acusado se defendió diciendo que todo aquello había ocurrido hacía mucho tiempo y que él ni siquiera sabía si aquel hombre emigrado a Argentina era su pariente. Sin embargo, las supuestas nietas del terrateniente insistieron en que «todo el mundo sabía que mi padre era hijo de José Benito». Testimonios confusos La acusación no dudó en hacer subir al estrado al detective que realizó el informe en el que concluía que Severino Julio Torres era el único pariente vivo válido para cotejar el ADN. Pero para el abogado del anciano no fue difícil demostrar que el detective andaluz no sabía mucho del árbol genealógico de la familia Torres, y que cabía la sospecha de que el emigrante fallecido no fuese descendiente de su abuela, sino de una hermana de esta, lo que, de ser así, desmontaba la tesis de la validez de la prueba. La titular del juzgado 4 de Cambados, Paula Méndez, ya dejó claro que la exhumación del cadáver y el análisis del ADN no la admitiría de entrada como prueba, y que sería en la sentencia donde diría si la consideraba pertinente o no. El fiscal concluyó que había pasado el plazo legal para reclamar esa filiación y el abogado del demandado reprochó a la acusación el aprieto por el que habían hecho pasar a un anciano sin arte ni parte en el conflicto y al que además le exigían el pago de las costas. «Hagan la prueba del ADN con su supuesto abuelo en Argentina», les pidió.