Durante las dos semanas de cautiverio permaneció esposado y encapuchado. Ahora, por fin vuelve a estar con su familia, pero se siente nervioso y con mucho miedo
21 mar 2008 . Actualizado a las 03:28 h.Jesús Ovidio Domínguez responde al teléfono emocionado y un poco asustado. A pesar de los miles de kilómetros que separan Galicia de Venezuela, a través del hilo telefónico se puede apreciar su voz temblorosa, al principio, que se hace más cercana y amable a medida que avanza la conversación. Lo primero que dice es: «Me encuentro muy nervioso, pero de salud creo que estoy bien».
Este empresario muxián de 69 años, afincado en Venezuela desde los 17, fue liberado el pasado lunes después de pasar quince días retenido en Santa Teresa, a una hora y media en coche desde Caracas.
-¿Cómo se encuentra ahora?
-Muy nervioso, no sé qué me pasa, no me encuentro a gusto ni de pie, ni sentado, y todavía tengo mucho miedo, la amenaza sigue presente en todo momento. Creo que solo estaré tranquilo cuando arresten a los secuestradores.
-¿Cree que lo conseguirán?
-Hasta ahora solo han apresado a la hermana del jefe de la banda, aunque, tras prestar declaración, se dieron cuenta de que ella no estaba implicada, así que la soltaron. Pero espero que encuentren a los verdaderos autores.
-¿Cómo fue el momento en que lo secuestraron?
-Eran sobre las siete de la tarde del pasado día 3, y yo volvía del trabajo en mi coche por la autopista, en dirección a mi casa. De repente, una moto y un coche, con dos personas en cada vehículo, me cortaron el paso. Me pusieron las esposas, como si fuera un delincuente, una capucha negra por la cabeza, me metieron en su coche y me llamaron ladrón. Ese fue el único momento en que pude verles las caras.
-¿Siempre estuvo encapuchado?
-Me llevaron a una casa retirada en un pueblo, y me metieron en un cuarto oscuro. Durante dos días estuve encapuchado y esposado a una cama. Al tercer día, de tanto suplicarles que no aguantaba más esa situación, me quitaron las esposas. Pero en la habitación tenían encendida una pequeña luz para verme ellos desde fuera, a través de un agujerito. Si la apagaba, utilizaban una linterna. Y si querían entrar, me pedían que me pusiera la capucha para no verles el rostro. Pero en la casa había más gente, y concretamente cinco niños. Una vez oí a uno de ellos llamar a un hombre «abuelo», y creo que se refería al jefe de la banda, que era el que se hacía cargo de mí.
-¿Temió por su vida en algún momento?
-Estaba convencido de que los secuestradores me iban a matar. Desde que me metieron en el coche el día 3, yo me dije que no iba a llegar vivo a ningún sitio, porque padezco del corazón, y si no me asesinaban me iba a morir yo solo de un infarto.
-Durante los quince días de cautiverio, ¿sabía que fuera lo estaban buscando, que pedían tanto dinero por su liberación?
-Sí, ellos me lo contaban todo, y era lo que más miedo me daba. Venían a decirme que fuera había muchos problemas, que habían denunciado el secuestro y que había llegado la policía española. Ahí pensé que me iban a matar.
-El primer día tuvo ocasión de hablar con su hija por teléfono. ¿Cómo lo recuerda?
-Cuando me estaban trasladando en coche, pararon para llamar por teléfono a mi casa y pedir el rescate. Me dijeron que tenía que hablar con mi hija, y que le debía pedir que no pusiera una denuncia. Cuando la llamé, intenté decirle también que mi coche había quedado abandonado en la zona de Santa Mónica, pero ya no me dejaron seguir hablando con ella. Después averigüé que la policía había localizado mi vehículo. Luego me enteré de que mi hija no se atrevía a poner la denuncia con su nombre por si me hacían daño, y la puso una prima. Y eso me lo contaron los secuestradores.
-¿También hablaban del rescate?
-Ellos querían que mi hija pagara el dinero, pero yo les dije que ella no tenía esa cantidad. Les propuse que yo podía pagar el rescate que pedían si me liberaban, pero no accedieron.
-¿Y cómo fue la liberación?
-La Policía Técnica Judicial [PTJ] averiguó el lugar en el que yo estaba secuestrado cuando arrestaron a la hermana del jefe de los secuestradores. Ellos se enteraron y me dijeron que había que salir rápido de allí. Todos se marcharon de la casa, y a mí me metieron en una furgoneta con el jefe de la banda, su mujer y sus dos hijos. Me dejaron abandonado en una carretera. Luego llegó la PTJ, pero no pudieron cogerlos.