La reconversión del campo, la otra cara de la moneda

La Voz

GALICIA

07 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando analizan la evolución de la economía de las comunidades del Cantábrico, todos los expertos consultados para la elaboración de esta serie de artículos aluden a la dura reconversión industrial de los ochenta. Examinan este fenómeno en detalle para explicar las claves del presente. De la situación del campo, por contra, casi ninguno dice nada. Y ello pese a que el sector primario ha vivido en Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco una reconversión tan dura en términos de grandes cifras como la de la industria pesada. En las tres primeras comunidades, la cifra de ocupados en los sectores agrícola y ganadero ha descendido en tasas superiores al 80% entre 1977 y este año, un descenso que cae a un nada despreciable 74% en el caso de Euskadi.

En Cantabria, la sangría provocada por la desaparición de explotaciones ha sido similar a la de Galicia proporcionalmente: en 1977 había 47.600 ocupados en el campo, esto es, el 9,32% de la población se dedicaba entonces a estas tareas. Hoy, la cifra es de apenas 9.000, el 1,6% del censo de la comunidad.

Pero además de la pérdida masiva de explotaciones, el sector primario de Cantabria guarda otro paralelismo con Galicia: su principal fortaleza es el sector lácteo. Es la cuarta productora de leche de España, tras Galicia, Castilla y León y Asturias.

Hecatombe

Javier Fernández, cántabro de 39 años, es el propietario de una moderna granja con 190 vacas en el municipio de Villacarriedo y ha vivido en primera persona la reconversión del campo. «Cuando yo empecé en esto había 19.000 ganaderos en Cantabria. Hoy apenas quedan 2.000». Pese a que la leche está viviendo una etapa dorada con unos precios desorbitados, considera que el camino ya no tiene retorno: «Para que la gente vuelva al campo tendría que producirse una hecatombe. Los jóvenes de hoy prefieren irse a la construcción antes que trabajar aquí».

Respecto al encarecimiento del precio de la leche, Javier reconoce que existe un clima de optimismo entre muchos productores, pero advierte de que las cuentas de resultados definitivas ya no son tan halagüeñas. «Es cierto, yo hoy facturo muchos miles de pesetas más al mes por la subida, pero gano lo mismo. Cada vaca me come hoy al día 400 pesetas más en alimentación que hace ocho meses por la subida del precio de los piensos y forrajes. Y luego está el gasóleo, y el coste de la vida... Cuando se hacen las cuentas al detalle, las cosas ya no pintan tan bonitas», razona.

A la vista de las cosas, Javier cree que el futuro del sector pasa por producir calidad y por apostar por la trazabilidad, una de las señas de identidad que, a su juicio, tendrán que impulsar las Administraciones y los ganaderos para mantener la actividad con garantías.