Freixeiro, plantación de jeringas

Luís A. Núñez

FERROL

Vecinos y propietarios de los montes próximos al campamento de Narón denuncian la existencia de un vertedero incontrolado de cánulas a escasos metros de sus casas

13 ene 2010 . Actualizado a las 19:22 h.

A base de años de coexistencia, vecinos de la barriada más próxima al campamento de Freixeiro han aprendido a convivir con el desfile de drogadictos que siguen el mercado de los narcóticos. Poco se ha probado en la última década sobre las supuestas actividades ilícitas que se realizan dentro del poblado gitano, pero es vox pópuli el ir y venir de dependientes adentro y afuera del campamento («un vecino me dijo que había contado a más de quinientos yonquis en solo un día», explica un propietario que prefiere mantener el anonimato).

De ahí las constantes patrullas del Cuerpo Nacional de Policía arriba y abajo. Recorridos que poca efectividad, a juicio de los residentes en el entorno, tienen sobre el trasiego de consumidores de droga por sus calles.

«Hace años que sí había problemas» con los habitantes del poblado, explicaba ayer el presidente de la comunidad de uno de los tres bloques de viviendas sociales que hay junto a la carretera de Cedeira, en Freixeiro, «pero ahora ya no». Los convecinos han aprendido a tolerarse los unos a los otros. Pero aún hay detalles ante los que no están dispuestos a ceder, como la evidente existencia de un auténtico vertedero de jeringuillas y materiales para el consumo de drogas junto a sus casas.

Como pudo comprobar ayer La Voz in situ, basta con caminar varios metros por el monte intermedio entre los pisos sociales y el campamento para encontrarse con una estampa desoladora. A menudo, los drogodependientes se internan en una zona de maleza para pincharse y allí abandonan una auténtica plantación de jeringas.

Y la situación está alarmando a los vecinos. El mismo responsable de la comunidad señala que «es un peligro porque el que más o el que menos tiene un animal de compañía y cuando lo saca a la calle tiene que tener cuidado de que no se pinche» con alguna de las agujas. Pero el problema pinta peor cuando se habla de niños. «Sobre todo en verano, salen a jugar» por la zona.

Lo cierto es que las calles interiores de la barriada, en la zona conocida como Amenadás, están totalmente desiertas. Solo algún que otro vecino se asoma a la ventana de su piso con curiosidad ante el paso de una cámara fotográfica. Y es que la «desconfianza» es parte importante de la idiosincrasia del barrio. Lo define así de bien el presidente de la comunidad, que tan solo pide que se limpie el entorno. «Si nosotros tenemos que respetar unas normas, ellos también tienen que hacerlo», apunta.

En los bloques sociales de Amenadás viven unas 122 personas que sienten que tienen los mismos derechos, pero no iguales obligaciones que quienes los visitan a diario para satisfacer su adicción.

Limpieza de los solares

Pero la problemática no solo afecta a los vecinos. Los montes que rodean el poblado gitano se dividen en más de cuarenta parcelas propiedad de casi otras tantas personas. Algunas tienen constancia de que «están intentando comprar más suelo para ampliar el campamento». Otras han transmitido sus quejas al Concello de Narón para que se haga cargo y, al menos, limpie los solares afectados. Uno de los propietarios recibió por respuesta un escrito en el que se le recuerda que es el deber de los dueños mantener limpios sus solares, aún a riesgo de ser sancionado por no hacerlo. Pero este contesta: «Yo no pienso tocar una sola jeringuilla». Y anuncia una campaña de recogida de firmas para que se tomen medidas sobre el campamento.