El candidato repartió papeletas en la plaza de abastos del barrio vigués de O Calvario y presentó su programa de acción exterior
21 feb 2009 . Actualizado a las 03:22 h.«Esto es la monda lironda». Remedios tiene 90 años y acaba de encontrarse de frente con Alberto Núñez Feijoo en el mercado del populista barrio vigués de O Calvario. Lleva una bolsa con la compra del día y emerge del tumulto de cámaras con la papeleta del PP y un bolígrafo con la gaviota. Remedios atiende con rostro circunspecto al candidato. La crisis achucha, especialmente a los mayores, y la gente no está para jotas preelectorales. ¿Simpatiza con el PP o el destino del sobre con la candidatura será la papelera más próxima? La señora se lleva los dedos a los labios para cerrarlos cual cremallera. «Mi voto ya está decidido». Sí, pero nunca aflorará en los sondeos. Como ella, el 40% de los gallegos mantienen la incógnita sobre su inclinación electoral.
Feijoo necesita esos votos, el de Remedios, pero también el de las placeras del mercado y de los clientes que apuran sus recados. El aspirante popular fue recibido ayer por los transeúntes de Vigo sin estridencias. Las estrecheces aprietan al consumidor, pero también hacen estragos en los comerciantes que pagan la caída del consumo. En ese contexto, un mercado no parece el escenario más acogedor para los políticos en campaña, como Touriño pudo comprobar hace unos días en Santiago. El líder del PP, en cambio, no tuvo que pagar ayer peajes en su periplo por los puestos. La presión es para quien tiene la responsabilidad de gobierno.
El colorido lo pone Corina Porro. La ex alcaldesa, y número dos por Pontevedra, luce sonrisa profidén y mechas perfectas. Está en su salsa. En las municipales del 2007, lideró el triunfo popular en O Calvario, uno de los barrios tradicionales de la izquierda. Una pescadera le anuncia su voto a Feijoo, pero rechaza la papeleta que le tiende: «Ya la tengo en casa». El candidato se dirige a otro comerciante. «El carnicero está cabreado porque viene uno a cobrar facturas. ¿Le puedo dejar una papeleta del PP para ayudarle a pagar las facturas?». El interpelado acepta sin entusiasmo. «Lo vamos a intentar», compromete Feijoo. Más adelante, otra dependienta le comenta que «el PSOE nos va a poner el suelo, pero os voy a votar a vosotros». Con todo, lo despide con un viejo y sonoro ripio sobre el novio que olvida lo prometido.
Feijoo pide el apoyo a los descontentos con la gestión del bipartito, pero también a los votantes del PP que hace cuatro años ayudaron a pasar página al fraguismo. En esa tarea, cuenta con el respaldo constante de Génova, con Rajoy al frente. Cada uno por su lado, buscando multiplicar los mensajes. Ayer coincidieron en el área de Vigo y ni siquiera se vieron. «Rajoy está a traballar moitísimo. Esta campaña non consiste en acompañarnos, senón en explicar os nosos plantexamentos en cada lugar. Nós non temos unha televisión ao noso servizo», esgrimió Feijoo. Además del presidente del PP, abonado a los vuelos entre Santiago y Bilbao, este fin de semana González Pons echará una mano en Lugo, y en la recta final regresará De Cospedal.
En la primera mitad de campaña, Feijoo ha prescindido de ex ministros. Ni siquiera Cascos, uno de sus padrinos políticos, ha asomado. En cambio, sí reclutó ayer a dos antiguos ministros del Ejecutivo conservador portugués, Arlindo Cunha y Silva Peneda, para presentar sus compromisos en acción exterior, con el objetivo de potenciar la eurorregión. Denunció «catro anos de irrelevancia e de desaparición de Galicia dos foros europeos» y los retrasos en el AVE transfronterizo.
Y Feijoo corrió raudo al mercado a intentar colocar su género: «Pero non vimos mercar. ¿Non ve que vimos vender?».