Pedro Caamaño Rial nació en Buenos Aires hace 34 años. Su madre era de Zas, así que Pedro tiene la nacionalidad española. Esta semana se ha estrenado como votante en las elecciones gallegas. «Es mi primer voto y la verdad me siento orgulloso de poder participar en la política gallega», explica. Cuando acudió a la oficina de Correo Argentino, en el barrio bonaerense de Belgrano, le sorprendió la falta de trámites: «Me llamó la atención que no me pidieran documentos para certificar que el sobre efectivamente me pertenecía. Con este criterio, cualquiera puede enviar un voto. Si cuando se vota en urna uno debe identificarse, aquí el empleado del Correo debería certificar que quien vota es el destinatario del sobre».
Dos ourensanos residentes en Buenos Aires aportan su testimonio para explicar cómo funciona el voto emigrante. José Manuel Dasilva tiene 87 años y su esposa, Dolores Rodríguez, 83. José Manuel señala que vivió «una odisea» para renovar su pasaporte y que cuando fue a depositar su voto por correo, tampoco le pidieron documentos. «Llegamos a la ventanilla -cuenta Dolores-. El señor recibió los sobres, les puso un sello y ya está. No nos pidieron que nos identificáramos».
Una de las grandes dudas que tienen los emigrantes es si para ejercer su derecho al voto tienen que tener o no su pasaporte en vigor, porque no se especifica en las instrucciones oficiales. Según los datos del consulado, el 95% de los 121.207 gallegos que viven allí tienen pasaporte, por lo que será la fotocopia de este documento lo que valide la mayoría de los votos. Muchos de estos votantes no tienen su pasaporte al día, ya que se trata de personas mayores que no viajan con frecuencia.