José Luis Rodríguez Zapatero no quiere que haya lugar a la más mínima duda sobre el espíritu con el que asiste al debate en ETA y Batasuna sobre el futuro de la violencia. Después de que el brazo político de la organización terrorista se limitara a «lamentar» el asesinato del gendarme francés Jean-Serge Nérin, el jefe del Ejecutivo calificó de cobarde su actitud y advirtió que sus palabras no serán tenidas en cuenta hasta que no rompa con el terrorismo. «Hasta ahora, lo que se ha podido ver después del último asesinato y después de todas las reflexiones que llevan en los últimos meses ha sido una respuesta cobarde», afirmó en Sevilla.
El presidente del Gobierno había ignorado hasta ahora las insistentes llamadas de atención del sector más posibilista de la izquierda independentista radical. Ni siquiera había opinado sobre la declaración de Alsasua, con la que el pasado noviembre este grupo capitaneado por Arnaldo Otegi ofreció una negociación inspirada en el proceso de paz irlandés. Y tampoco se pronunció sobre el documento Zutik Euskal Herria, en el que se aboga por el empleo exclusivo de herramientas políticas.
Optó por esperar a los hechos. Y los hechos han llegado ahora no en la dirección que habían vaticinado los dirigentes de la antigua Batasuna. Dos veces utilizó el término «cobarde» para referirse al comunicado del brazo político de ETA. «Cobarde y, por supuesto, insuficiente», dijo. «No creo que necesiten más tiempo de debates ni más documentos sin sentido: o una dirección u otra», se ratificó en sus exigencias.