Una victoria del PSOE abocaría al PP a un relevo, y un varapalo a Zapatero conduciría a la moción de censura
07 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Las elecciones que se celebran hoy son europeas, pero tendrán una gran trascendencia en la política interna española. En plena crisis, Zapatero se juega su credibilidad ante los ciudadanos, que expresarán con su voto si confían o no en él para seguir llevando el timón en tiempos de zozobra. Y Rajoy, además de examinarse en las urnas como posible alternativa al presidente, se juega su liderazgo en el PP en caso de derrota.
Zapatero es perfectamente consciente de esa clave nacional y ha asumido la responsabilidad de los resultados que obtenga el PSOE, lo que indica que los sondeos internos de los socialistas les otorgan la posibilidad de ganar. Antes de que se iniciara la campaña, los socialistas asumían una victoria popular el 7-J por la virulencia de la crisis económica y el aumento espectacular del paro, que parecía incontrolable.
Pero dos hechos han devuelto el ánimo al PSOE: el triunfo de Zapatero en el debate sobre el estado de la nación, en el que se sacó varios conejos de la chistera que desarmaron a Rajoy, y el descenso del desempleo en mayo, el primero en 14 meses, vendido como confirmación de los «brotes verdes» que anticipan la recuperación económica.
Una derrota asumible
Ahora, el PSOE ve posible incluso una victoria por la mínima o un triunfo por menos de dos puntos de los populares. Esa sería una derrota asumible, muy alejada del descalabro que se vislumbraba hace apenas un mes. Pero si estos pronósticos no se cumplen y los populares obtienen una clara victoria, por encima de los cuatro puntos, sería un duro contratiempo para un Zapatero enfrentado a la recesión y al paro y sin apoyos estables en el Parlamento.
El PP ha planteado estos comicios como una moción de censura y CiU lo ha animado a que la presente. Si Zapatero sufre un varapalo, el fantasma de las elecciones anticipadas comenzaría a cobrar fuerza y el PSOE quedaría a la defensiva ante un Rajoy afianzado, que insistiría en el fin del zapaterismo que se habría iniciado en Galicia.
En España, el partido que ha ganado las europeas siempre ha vencido en las siguientes generales. Es decir, hasta ahora han anticipado el ganador de las legislativas, pero no la correlación exacta del voto. El ejemplo más significativo fue el triunfo del PP por 9,2 puntos en las europeas del 94, que se redujo a solo 1,2 dos años después.
Como hizo en las elecciones gallegas, Rajoy ha decidido jugárselo todo en estos comicios, que ha planteado como un pulso personal a Zapatero, ignorando al candidato del PSOE, Juan Fernando López Aguilar. Para el PP existen tres escenarios. Una derrota, aunque fuera por la mínima, pondría a Rajoy contra las cuerdas, acosado en su propio partido. Ese escenario abocaría a un congreso nacional en el que se plantearía una lucha abierta entre los seguidores de Aznar, cuyo retorno ni siquiera es descartable, y los partidarios de que líderes triunfadores en sus comunidades y con un perfil mucho más centrista, como Gallardón o Núñez Feijoo, tomen las riendas.
La segunda hipótesis, y la más probable, es una victoria ajustada del PP. Aunque surgirán voces que digan que en plena crisis habría que haber ganado por más, nadie cuestionará a Rajoy después de un segundo triunfo contra Zapatero, porque eso sería suicida para el PP. Eso sí, el líder popular tendría que dar mayor espacio al sector más duro representado, entre otros, por el propio Mayor Oreja.
Por último, una victoria por dos dígitos de diferencia abriría el camino a una moción de censura a final de año, cuando un Zapatero en caída libre sería probablemente incapaz de sacar adelante los Presupuestos.