El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció ayer nuevos topes para los sueldos de los ejecutivos de aquellas entidades bancarias que sean rescatadas por el Gobierno. A partir de ahora, verán limitada su retribución anual a medio millón de dólares (unos 389.000 euros). En lo que supone una nueva estrategia de control, pero también un lavado de imagen después de que dos de los futuros miembros de su Gabinete tuvieran que presentar la dimisión por evadir impuestos, Obama hizo pública la noticia en una rueda de prensa en la que estuvo acompañado por el el recién estrenado secretario del Tesoro, Timothy Geither. «Creemos que el éxito debe ser recompensado», afirmó. El dirigente quiso, no obstante, matizar que «lo que irrita a los ciudadanos, y con todo el derecho, es que los ejecutivos sean retribuidos por fracasar, especialmente cuando esas recompensas son financiadas por los contribuyentes». Minutos antes, Geither aseguró que estos límites servirán para «fortalecer la confianza en el sistema financiero».
«Paracaídas dorados»
Lo que el nuevo Gobierno trata de evitar con esta medida son las cláusulas conocidas en Estados Unidos como «paracaídas de oro» y que permiten que cualquier ejecutivo reciba un bonus millonario independientemente de su gestión. Una costumbre empresarial que en los pasados meses llevaba a los directivos de Wall Street a recibir más de 18.000 millones de dólares en concepto de gratificaciones. Este hecho, que Obama ya calificó en su día como «vergonzoso», fue denunciado de nuevo ayer por el líder afroamericano, quien aseguró: «No solamente es de mal gusto, es una mala estrategia y no la toleraré durante mi Presidencia».
Empeñado además en aportar la máxima transparencia al plan de rescate financiero aprobado por el Gobierno de Bush el pasado mes de noviembre, entre las nuevas limitaciones propuestas por el Ejecutivo de Obama se incluye también la prohibición de cobrar ningún bonus adicional en otro concepto que no sea el de acciones de la compañía, si bien esos títulos solo podrán ser liquidados cuando la firma haya devuelto al Estado el dinero recibido. Por si fuera poco, todas aquellas empresas que reciban ayuda federal deberán a partir de ahora hacer públicos sus sistemas de retribuciones, así como limitar sus gastos en material de entretenimiento, viajes o vacaciones.
Catástrofe
Por otra parte, y en referencia a su propio plan de estímulo económico, cuyo texto se debate estos días en el Senado, el presidente estadounidense volvió a insistir en la necesidad de aprobar cuanto antes este nuevo paquete de iniciativas económicas para que el país pueda salir del caos financiero en el que se encuentra inmerso. «Un retraso en la toma de medidas convertirá la crisis en una catástrofe y garantizará una recesión más larga, una recuperación menos sólida y un futuro más incierto», advirtió el mandatario, quien añadió que la aprobación de su programa no es «meramente una prescripción para un gasto a corto plazo, es una estrategia para el crecimiento a largo plazo en áreas como la energía renovable, la salud y la educación».
Principal objetivo
Después de haberlo definido como su principal propósito en un momento en el que la nación afronta una de las peores recesiones desde la Segunda Guerra Mundial y con el paro a punto de rebasar el 8%, Obama pretende firmar el documento a mediados de este mes, tan pronto como el Senado le dé el visto bueno. Pero todo depende de los republicanos. Y es que, empeñados en defender su línea ideológica por encima de cualquier urgencia, el bloque conservador en la Cámara alta lleva días presionando para que la ley incluya mayores recortes de impuestos, así como más partidas destinadas a bregar con la actual crisis inmobiliaria. Unas reivindicaciones que de no ser atendidas podrían complicar las cosas a los demócratas, que necesitan al menos de dos votos conservadores para triunfar.