Quien gane las próximas elecciones italianas de abril se va a encontrar con un país que vive desde hace años sumido en una interminable crisis económica. Tras unos meses de noticias que alimentaban un cierto optimismo y la esperanza de una mejoría de la maltrecha situación, Italia vuelve a darse de bruces con la cruda realidad. La Comisión Europea ha confirmado con cifras lo que los bolsillos de los italianos ya conocían: que la economía del país no crece y, si lo hace, es a paso mucho más lento que el resto de Europa. Para el 2008 se pronostica que el producto interior bruto crecerá un 0,7%, lo que supone la mitad exacta de lo que Bruselas había anunciado el pasado otoño, y a años luz del 1,8% de media que se espera para toda la Unión. Tampoco los datos de la inflación son buenos. El Ejecutivo comunitario estima que en Italia aumentará el 2,7%, una décima más que la media europea.
Tras analizar estos datos, el juicio del comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, ha sido contundente: el crecimiento italiano será el «más bajo» de las siete grandes economías europeas.
Crecimiento cero
El optimismo con que nació el 2008 italiano se desinfló con un nefasto mes de diciembre, en el que se produjo un frenazo económico mayor que el del resto de Europa, entre otros motivos a causa de la huelga de transportes, que paralizó las industrias y sus exportaciones. Y por si fuera poco, según Almunia, los primeros meses del ejercicio serán de crecimiento casi cero.
Estos datos no han sorprendido al presidente de los industriales, Luca Cordero de Montezemolo, quien pinta un escenario aún más catastrófico si el petróleo no baja. Para Montezemolo esta situación es la consecuencia de la falta de reformas serias en los últimos años: «Hemos tenido un Gobierno de centroderecha (Berlusconi) que se declaraba liberal y no ha hecho ninguna liberalización. Con el Ejecutivo de centroizquierda se han intentado, pero al final casi no se ha hecho nada», explicó.
De que la economía nacional va mal hace tiempo se han dado cuenta los italianos, que han visto en los últimos años cómo su poder adquisitivo disminuía cada día. Para parte de la derecha, con Giulio Tremonti, ministro de Economía de Berlusconi, al frente, la culpa ha sido del euro. Con la entrada de la nueva moneda no hubo un control serio de los precios, lo que hizo que estos aumentasen de manera escandalosa, sobre todo en alimentación y vivienda. Los que más están sufriendo la crisis son los asalariados, que en los últimos años no han visto crecer sus sueldos al mismo ritmo que la inflación y a los que los diferentes Gobiernos han pedido sacrificios. La caída del consumo interior preocupa y mucho, ya que está en claro retroceso desde el 2001.
Bajada en la exportación
Los grandes lastres de la economía italiana son su gran deuda pública y el déficit fiscal. El déficit público ha superado con creces el 3% exigido por Europa. La dependencia de materias primas como el petróleo o el gas natural han condicionado aún más las maltrechas finanzas de las grandes empresas y de los ciudadanos que tienen que llenar el depósito del coche, que han sufrido los constantes aumentos del precio del petróleo y que estos días pagan 1,4 euros por cada litro de gasolina. Las exportaciones, motor económico de Italia durante años, también han tenido un saldo negativo como consecuencia de su menor competitividad y de la amenaza china en sectores antes dominio de los italianos como el textil o el calzado.