Son las diez de la mañana en una oficina del servicio público de empleo de la capital gallega y ya hay un trasiego considerable de jóvenes. Uno de ellos entra con una carretilla transportando cajas. No va a hacer ningún trámite. «¿Que si estoy contento?, pues no mucho: solo cobro 900 euros por trabajar muchas horas cargando mercancía», se lamenta. Al poco rato aparecen en la oficina Carlos Méndez y Cristina Cortizo. Él trabaja como recepcionista de hotel y ella en una firma de seguros. «Es muy evidente que el mercado laboral no está nada bien para los jóvenes: en nuestro círculo de amigos hay muchos que no hallan empleo en aquello para lo que estudiaron», sentencia él. La joven añade: «Tenemos muchos compañeros que están sin trabajo». Al igual que otras personas de su edad, Carlos y Cristina consideran que los empleados de su generación reciben unos sueldos extremadamente bajos. «A mí no extraña nada que la gente busque un empleo fuera porque en algunas profesiones se cobra realmente poco: a lo mejor las clases dirigentes dicen que es mentira, pero yo los invito a que se pasen por las empresas y pregunten por los salarios», sostiene Carlos.