Al tiempo que el mundo sigue andando, el fútbol también continúa por un sendero brillante y tortuoso a la vez. Brillante, en cuanto al espectáculo de sus competiciones que tan favorable acogida tienen por parte de los pueblos. Lo de tortuoso se debe a que el popular deporte camina por senderos oscuros, faltos de claridad, mírese como se quiera en los puestos de una organización que recuerda a la Mafia siciliana. En el fútbol, salvando a quienes se visten de corto, abundan personajes más que sospechosos, llegando incluso al máximo dirigente de la FIFA, Joseph Blatter quien, desde Zúrich, manipula el entramado del balón haciendo alarde de un poder que le permite allanar problemas judiciales que pesan sobre sus representantes en distintos países.
Está demostrado que el fútbol se mueve bajo una organización anquilosada. Sus dirigentes jamás aceptan irregularidades palpables, tanto que casi se tocan con las manos. Pero no pasa nada, «no tenemos pruebas», dicen lavándose las manos, como Pilatos. En España, el último caso (uno más) se vivió en la temporada última con el polémico y dudoso ascenso del Hércules. Lo más increíble, pero cierto, saltó ayer a los medios en todo el mundo: «La FIFA suspende por corrupción a dos miembros de su comité, y considera que la candidatura ibérica está limpia». ¿No pasó nada y suspenden a dos miembros del ejecutivo que preside Blatter, además de a cuatro funcionarios?
No es costumbre pedir aclaraciones a la FIFA, porque es perder el tiempo.