El de ayer pudo haber sido un lunes muy triste, pero resultó bonito. Un día muy favorable para el deportivismo. Un lunes que trajo de la mano esa esperada alegría que siempre, cuando llega, embarga el ánimo de los aficionados que ven ganar a su equipo. Más todavía, como sucedió en esta caso, con un concluyente marcador de 3-0 que se registró en Riazor, en donde cayó redondo el Espanyol, equipo que había saltado al campo con una sola duda: ganar o, como mínimo, salir con el empate.
Ninguno de esos resultados le valía al Deportivo para mantener en pie las esperanzas de reforzar sus ilusiones de cara a un futuro mejor. Esto pasaba forzosamente por ser capaces de ofrecer al deportivismo los tres puntos de vital importancia. Fueron conseguidos y, de momento, sirven para que el Deportivo siga conservando crédito cuando (jugadores y técnicos) hacen la promesa de que conservará la categoría. Para estos objetivos, todavía más cuando se está en una posición todavía tambaleante, se necesita un cierto tiempo para volver al buen camino.
Cuatro goles en dos partidos seguidos, sin perder, son datos que merecen ser tenidos en cuenta.