Casi todas las selecciones españolas de primer nivel disponen de una representante gallega. Es el caso de la citada Verónica Boquete (fútbol), Tamara Abalde (baloncesto), Begoña Fernández (balonmano), Olalla Piñeiro (hockey hierba) o María José Garrido y Noelia Sánchez (voleibol).
Todas tienen en común que pertenecen a la élite nacional y que han tenido que emigrar para poder triunfar. Solo Noelia ha podido volver, sacrificando ofertas superiores para jugar en casa, en el Ribeira Sacra.
Begoña (Itxako navarro) y Olalla (Club de Campo de Madrid) también pueden presumir de triunfar a nivel internacional. La viguesa, de 29 años, recibió el título de mejor pivote de Europa en un campeonato continental de balonmano en el que España acabó segunda, mientras que la ourensana fue plata en el Europeo de hockey sala.
Deportes individuales
La diáspora no es solo una condena que sufren las gallegas en los deportes colectivos. La lucense Sandra Aguilar, olímpica en la especialidad de maratón, tuvo que marcharse a Barcelona lamentando la falta de apoyos económicos que disponía en su tierra.
Algo parecido sucedió con la bicampeona nacional de taekuondo, Rebeca Mariño. La ribeirense, de 26 años, acabó el doctorado y a la hora de plantearse su futuro encontró en Palma de Mallorca una opción más viable para su desarrollo profesional.
El caso de la viguesa Andrea Rica es diferente. Reside en Barcelona porque allí está el Centro de Alto Rendimiento. El mismo lugar al que Fani Hernández acude esporádicamente para preparar competiciones específicas.