Y llegó lo impensable. El equipo de los 250 millones, el ejército invencible de Florentino, humillado por una tropa de Segunda B. Fue uno de esos maravillosos momentos que nos regala el fútbol. No por la derrota blanca, que a cada cual le sentará según le vaya la feria. Pero sí por la tremenda bofetada que se ha llevado una determinada forma de hacer las cosas. El proyecto imperialista de Pérez, superado por unos entusiastas del balón cuyos sueldos son un mal chiste comparados con los de los galácticos.
Ahora, Florentino echará a Pellegrini. Nunca le gustó el chileno y siempre envió mensajes en este sentido. Pero su destitución no ocultará que, en realidad, Pérez ha construido un proyecto megalómano con mucho dinero, sí, aunque con pies de barro.