El jugador de los 65 millones de euros fue ayer, junto a Alves, el mejor de un Brasil plomizo y sin ideas. Kaká abrió el marcador en una jugada personal y lo cerró al transformar un penalti en el descuento.
El brasileño recibió un balón en la frontal en el minuto cinco y realizó al tiempo un control y una vaselina sobre el primer defensor que se le echó encima. Sin dejarla caer adelantó su pie al de Said, al que superó con un nuevo globo para plantarse solo ante El Hadary y batirlo con un tiro raso, convirtiendo el 1-0.
Después desapareció, falto de balones. La pelota la tenía Egipto y los centrocampistas brasileños no lograban conectar con los mediapuntas. Cuando peor estaban las cosas, después del empate a 3 y con el rival dominando, Kaká decidió retrasar un poco su posición para generar juego. Sin embargo, sus paredes acababan en nada y siempre aparecía una pierna para limpiarle la bola en el último instante.
Así fue hasta el último instante, cuando cerró el partido con un penalti perfectamente ejecutado, raso y junto al palo.