El jugador mejor pagado del mundo salió de la periferia de Funchal, donde viejos entrenadores recuerdan sus comienzos
12 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Xurxo Fernández «Claro que le gustaba jugar; como a todos los niños. Pero él prefería ganar». El Cristiano Ronaldo de 1992, de solo siete años, ya tenía la ambición del futbolista mejor pagado del mundo. Su entrenador en el Andorinha, Francisco Afonso, recuerda aquellas primeras patadas del futuro Balón de Oro: «A esas edades no jugaban en campo grande, hacíamos partidos de tres contra tres, o cuatro contra cuatro. Y Cristiano (Funchal, 1985) siempre quería ser el mejor».
Eran tiempos en los que el míster recorría casa por casa buscando críos para montar el equipo. «Ahora vienen las familias a decenas para que el niño les salga futbolista», cuenta Afonso por teléfono. El recorrido a la caza de pupilos no incluía la modesta vivienda de su pequeña estrella, en la periferia de la capital. El padre de Cristiano, que le puso Ronaldo en memoria de Ronald Reagan, era jardinero y utillero ocasional en el Andorinha; así acabó el chico en este modesto club de Funchal que presidía Rui Santos.
Un chico como cualquier otro
El dirigente abandonó la entidad hace solo dos años y no olvida que aquel chaval era «como cualquier otro; con un control especial del balón, pero nada que hiciera pensar que llegaría a donde está ahora». Se acuerda de él porque protagonizó uno de los traspasos más reñidos en la historia del Andorinha. «Lo querían el Marítimo y el Nacional, los dos clubes más importantes de Madeira -rememora Santos para La Voz-. La madre y el padrino preferían el Nacional, y el padre, el Marítimo. Ella [la señora Dolores, auténtica cabeza de familia] era la que tomaba las decisiones, pero en aquella ocasión no hizo falta. Organizamos una reunión entre todos y el representante del Marítimo no se presentó, así que Cristiano fue para el Nacional».
No duró mucho el chico en las filas de los albinegros. Fueron un par de años de categoría infantil en los que conoció a un nuevo técnico. Pedro Talhinhas lo puso a jugar con chavales mayores, entre los que demostró la misma ambición que en su etapa de benjamines: «Era el 10 del equipo; hizo muchos goles. Fuera del campo era muy bromista, un niño divertido, pero cuando había partido reñía a sus compañeros si se equivocaban. Solo le valía ganar». A Talhinhas le llamaba la atención que, siendo solo un crío, Cristiano ya dominara el balón con las dos piernas: «Le pegaba muy fuerte a la pelota y se iba con facilidad del resto», apuntó ayer desde su casa en Madeira.
De cuando CR7 era solo un meninho «un poco insolente, con respuesta para todo, pero muy seguro de lo que quería» también fue testigo el máximo dirigente del Marítimo. Carlos Pereira coincide con su colega del Andorinha al apuntar que «por mucho que ahora digan que Cristiano tenía unas características excepcionales para el fútbol, en aquellos años nadie habría adivinado que iba a ser el mejor del mundo».
Pero algo debió llamar la atención de los dirigentes del Sporting de Portugal, porque cuando el futbolista todavía era un proyecto de apenas 12 años lograron convencer a su familia para que lo dejara tomar un avión rumbo a Lisboa, donde militaría en las categorías inferiores de uno de los tres grandes clubes del país.
Operado del corazón
Lloró la señora Dolores en el aeropuerto de Funchal y tampoco faltaron lágrimas de su hijo en los primeros días en la capital lusa: «Me asustaba el tráfico y el ruido», recordaría más tarde. Entonces la familia no contaba con el dinero necesario para costearse viajes frecuentes para ver al chico. Y la madre de la futura estrella no guarda el mejor de los recuerdos de una de las pocas veces que pudo acudir a visitarlo. La gran promesa de los leones tenía solo quince años cuando le diagnosticaron un problema cardíaco, que requirió una intervención con láser. «Tuve que ir hasta Lisboa para autorizar la operación, porque mi hijo era menor de edad. Él no fue consciente de la gravedad, pero yo estaba aterrorizada», desveló la señora Dolores en una entrevista.
El corazón no frenó la carrera de Ronaldo y en su estreno con el primer equipo le hizo dos goles al Moreirense, mientras su madre se desmayaba en las gradas del João Alvalade. No era la única que seguía con especial interés las evoluciones del proyecto de estrella de los lisboetas. Emisarios del Arsenal y el Manchester United buscaban un futuro crac. Wenger tuvo derecho de tanteo, pero no hubo acuerdo en el precio y fue Ferguson el que convenció a los dueños de los diablos rojos para desembolsar, en el 2003, 17,6 millones de euros por un joven llamado a suplir a Beckham entre la hinchada de Old Trafford.
Relación con altibajos
Cristiano volvió a debutar con buen pie y le hizo tres tantos al Bolton. Se iniciaba el idilio entre el de Funchal y el United, que como toda relación también vivió horas bajas. En Inglaterra ganó el portugués todos los títulos, se convirtió en referente de su selección, Balón de Oro y jugador mejor pagado del planeta. Pero también allí murió su padre, logró enfadar a todo un país provocando la expulsión de Rooney en el Mundial de Alemania y cabreó a su propia hinchada con sus devaneos con el Madrid.
La infidelidad cuajó y Florentino se ha llevado al chico del humilde Andorinha por 94 millones de euros, pagados en tiempos de crisis. Como dice Rui Santos, el primer presidente que lo traspasó, «parece un auténtico disparate».