El Celta da señales de vida. El equipo de Antonio López frenó su caída en picado ganando en el mejor escenario para levantar la moral alicaída con la que el equipo llegaba a Soria.
Puede que motivados por jugar contra el líder, o bien porque los jugadores apelaron al orgullo de acabar de acabar con la mala racha de resultados, o simplemente porque el entrenador acertó con las piezas que tenían que sacar el asunto adelante. Más allá de las razones, lo que importa es que los vigueses remontaron un marcador adverso en condiciones difíciles tras superar un penalti en contra, que paró Esteban, y la expulsión de Lequi con el resultado en empate.
Y por supuesto, Diego Costa, con sus dos goles estelares en la segunda parte tras salir desde el banquillo.
Con un nuevo experimento en el doble pivote, en el que Rosada y Jonathan Vila fueron ayer los conejillos de indias, Antonio López apostó claramente por una propuesta de contención, renunciando en parte a la creación. A esta filosofía ayudaron los dos interiores, Núñez y Lago, de características más de lucha que de imaginación.
La consecuencia fue un partido feo, de pocos espacios, durante la primera media hora. La única ocasión clara durante ese tiempo fue un cabezazo de espaldas de Agus, tras un saque de falta de Lucas, que se escapó fuera. El líder jugaba sin presión, con la tranquilidad que le da la amplia ventaja que tiene en la clasificación, mientras que los celestes se limitaban más a no perder el orden que a buscar la forma de sorprender a la defensa rival.
Lo que ocurre es que cuando un equipo está tocado por una varita mágica le sale todo, y cuando otro está sumido en la depresión, cualquier golpe lo deja noqueado.
Por eso, en medio de ese juego zafio, el gol llegó de la única forma que podía hacerlo y para el bando más afortunado. Un falta sobre Quero, el jugador más motivado sobre el terreno de juego, quizás porque era titular por segunda vez esta temporada, propició la falta directa que transformó Julio Álvarez al aprovecharse de que Rubén se movió y dejó un hueco en la barrera.
Al menos el equipo vigués tuvo capacidad de reacción. Demostró que la posibilidad de hacerle daño al rival es una cuestión mental, hay que poner la intención.
A los de Antonio López no les quedó más remedio que irse arriba y cambiaron la actitud que habían mostrado en los instantes iniciales. Empezaron a moverse, a desmarcarse, a realizar un desplazamiento de la pelota más veloz, ingredientes que, unidos al mayor repliegue de los sorianos, propició que los célticos empezasen a poner cerco a la meta de Jacobo.
Perera intentó primero sorprender desde fuera del área, y posteriormente fue Roberto Lago quien hizo una internada que cortó Boris en una clara falta que no apreció el colegiado.
Antes de empezar el segundo tiempo Antonio López hizo un cambio providencial al dar entrada en el terreno de juego a Diego Costa en lugar de Rosada. El descanso de las últimas semanas parece haber motivado al brasileño que salió con ganas de comerse el mundo y el primer balón que tocó lo transformó en el empate. Con la sangre fría que le caracteriza batió a Jacobo por debajo de las piernas tras una perfecta asistencia de Perera.
El partido se abrió. Ninguno de los dos se conformaba con el empate. La pelota empezó a rondar las dos áreas, donde hubo varias jugadas polémicas en las que el colegiado se equivocó perjudicando a los celestes. Pasó de no ver un claro penalti cometido sobre Núñez a señalar otro inexistente de Lequi sobre Bolo que además le costó la expulsión al defensa del Celta.
Julio Álvarez se encontró con Esteban en el lanzamiento y el rechace lo mandó a las nubes Felipe Guréndez. Se hizo justicia, aunque el Celta se quedó con un jugador menos. Y no solo aguantaron el chaparrón, sino que Diego Costa firmó el triunfo en una acción personal que inició casi en el centro del campo.