El Dépor recupera autoestima y el arte del Flaco ante un Espanyol nulo

DEPORTES

Coloccini desniveló el duelo, y la agregación de los centrales en la estrategia sigue siendo el arma letal del equipo

25 feb 2008 . Actualizado a las 13:58 h.

El Deportivo abre en Riazor una puerta a la Liga y otra al talento. Por la primera entra la tranquilidad de una situación más desahogada, más bien menos dramática. Por la segunda, la excelsa calidad de Juan Carlos Valerón. Los tres puntos son una inyección de autoestima en presente de indicativo para un equipo que necesita soluciones inmediatas. La magia del Flaco, futuro perfecto y el esbozo de lo que cambiará este Deportivo en manos de un futbolista con semejante talento.

Ayer hubo dos partidos. El de los primeros 89 minutos, y el del 90 al 94, con Valerón. Solo 5 minutos, pero suficientes para idolatrar sus dos pinceladas de clase.

Filipe amagó varias bicicletas, Lafita buscó el caño y Willy intentó una cola de vaca. Ya... pero en el primer balón que tocó Valerón dejó clavado a un rival con un quiebro fulminante. Mientras sus compañeros se pasaron el partido devanándose los sesos para desbordar, al Flaco le bastó un giro de cadera para crear una ocasión de gol y arrancarle un ¡oh! gutural a la grada.

El segundo es un monumento al último pase y el eco tardío de un Deportivo glorioso. Bodipo se martirizará toda la semana por haber fallado el gol más elegante de la jornada, porque el envío profundo de Valerón entre varios contrarios solo está al alcance de los genios.

El canario pide paso. Tal vez sean suficientes unos minutos para disfrutarlo, pero, por favor, que sea alguno más, porque cinco dejan al socio con la miel en los labios y porque el fútbol se merece algo más.

El primer partido, el de 85 minutos, fue menos interesante, pero más importante para el Dépor, que fraguó la victoria en un primer tiempo histórico, no tanto por el juego, que mejoró, como por una tranquilidad desconocida en dos años y un mes.

Desde el 22 de enero del 2006, primera temporada de Caparrós, los blanquiazules no llegaban al descanso con la placidez de dos goles de ventaja. Fue contra el Mallorca en Riazor, con la diferencia de que los baleares empataron aquel encuentro en la segunda parte.

La serenidad con que manejó el Deportivo el partido contra un Espanyol inoperante es una de las claves de ayer, pero no la única. El duelo no tenía buena pinta en los primeros compases, pero el Dépor dispone ahora un arma letal que le está dando la mayoría de sus escasas alegrías: la agregación de los centrales en la estrategia. Al subir los tres, el rival nunca sabe muy bien cómo controlar al tercero ni qué jugador debe marcarlo, y así apareció Coloccini, después de un buen desmarque, absolutamente solo ante Kameni para cambiar el rumbo de un partido que parecía nacer torcido.

Otro factor importante: la suerte. Tal vez el talismán fue Oksana Andersson, en el palco de Riazor, o quizá haya que buscarlo en alguna de las cinco novedades que introdujo Lotina en el once, pero lo cierto es que la fortuna, otras veces esquiva, se alió con los coruñeses en momentos clave. El gol de Lafita, con varios rebotes favorables, es una muestra fehaciente. El golpe de suerte llega en el instante oportuno, en un partido para ganar o temblar.

Con el 2-0, el Dépor liberó tensiones y se permitió algunos lujos. Pero fútbol y ocasiones sestearon hasta el tramo final, cuando se entregó el Espanyol. El equipo se dio un paseo militar en la segunda parte y disfrutó después de mucho tiempo sin un duelo tan plácido, pero por eso el público, ávido de espectáculo, le exigió que se dejara de paseíllos y fuese a por el rival, un guante que Valerón recogió con elegancia.