Medio kilo de macarrones plumas de una conocida marca de pastas cuesta 0,85 céntimos de euros, casi el doble de lo que vale en una marca blanca, o,44. El precio de una botella de refresco de cola de dos litros de la firma más popular es de 1,29 euros; la que lleva el sello del comercio no pasa de 0,50. El coste de un litro de leche entera oscila entre los 0,63 y los 0,99 euros, según se trate de una 'marca blanca' o 'de distribución' o alguna de las denominadas 'primeras marcas'.
Tras comparar una veintena de productos en un par de hipermercados de la comarca, la conclusión es clara y coincidente con estudios efectuados por asociaciones de consumidores y universidades en los últimos meses. La compra de alimentos con sello del propio comercio puede llegar a representar un ahorro de cerca del 50% para las familias. La crisis económica que azota los bolsillos de los mariñanos ha impulsado un incremento de las ventas de este tipo de productos.
Llenar el carro de la compra resulta más barato y, en muchos casos, apenas se aprecian diferencias de calidad. De hecho, hay fabricantes que compatibilizan la producción de primeras marcas, las que se anuncian en la televisión, con la de marcas blancas. Otros son desconocidos y trabajan para las grandes cadenas de distribución. Apenas tienen gastos de publicidad, lo que les permite reducir costes.
En los últimos años la oferta de productos con sello del propio comercio ha experimentado un enorme crecimiento y ya abarca prácticamente todas las áreas. En las estanterías de los supermercados conviven los logotipos más publicitados con las marcas de distribución, en las áreas de alimentación (conservas, pastas, cereales, verduras y pescados congelados, precocinados, lácteos, aperitivos o embutidos), bebidas o droguería (higiene personal, limpieza del hogar, etcétera). E incluso pilas o aparatos de electrónica.
«De momento, me mantengo fiel a las etiquetas de siempre, pero si vienen mal dadas habrá que recurrir a lo que haga falta», comenta una mujer en la caja de un híper. Al lado, una familia carga bolsas atestadas de marcas blancas, «salvo los flanes, que son un capricho del pequeño», reconoce la madre.