El pavimento resbaladizo ocasionó caídas entre los peatones, aunque de escasa consideración
10 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.El Casco Vello vigués ofrecía a mediodía de ayer una imagen insólita. El pavimento aparecía cubierto por una capa de serrín y en cuestión de minutos había pasado del gris al beis. Y es que a primera hora de la mañana el vehículo municipal destinado a las labores de limpieza había dejado una estela de combustible al mismo tiempo que realizaba el baldeo.
Cuando los operarios se dieron cuenta de la avería ya habían pasado por una decena de calles, las mismas que horas después tuvieron que cubrirse con serrín para evitar males mayores.
Los viales afectados son la plaza de la Colegiata, Palma, plaza de Almeida, calle Real y alguna tranversal, Méndez Núñez, Sombrereiros, Oliva, Joaquín Yáñez.
Explicación
La concejala de Limpieza, Isaura Abelairas, explicó que el vertido había sido de agua sucia como consecuencia de la rotura de un manguito del vehículo municipal. Sin embargo, los propios operarios del Concello advertían a pie de calle de lo engrasado del pavimento por aceite o gasóleo, mientras lo fregaban con cepillos por orden de la concejala, en torno a las dos de la tarde.
Las manchas provocaron resbalones e incluso caídas entre algunos preatones, como sucedió en la plaza de Almeida, donde una mujer tuvo que ser socorrida por las trabajadoras de una peluquería tras dar con sus huesos en el suelo.
En otro establecimiento de la misma zona se esforzaban por limpiar la entrada, pese a las continuas irisaciones que aparecían.
Entre tanto, el vecindario no daba crédito y manejaba todo tipo de especulaciones. ¿Será que ahora limpian las calles con serrín para ahorrar agua? se preguntaba la propietaria de uno de los bares. ¿Será por el botellón?, comentaba otro ciudadano.
Lo cierto es que en el Casco Vello ya cruzan los dedos.
Cuando no es una esquina de un balcón que se viene abajo en la plaza de la Constitución y que, por cierto, todavía continúa con la valla protectora, es el centro comercial de A Laxe y sus terrazas que han ocultado la vista de la ría. Mención aparte merece O Berbés, donde las fachadas apuntaladas y el estanque lo dicen todo.