La última ciudad en clausurar una feria medieval fue Noia (hoy comienza a Feria das Marabillas de A Coruña). El técnico municipal encargado del mercado noiés, Moncho Vidal, habla claro: «Se trata de una de las ideas con mayor respuesta de la gente, que más gusta y que más reporta a la hostelería y a la economía local. Son muy rentables. Nadie pierde, todos ganan». Se pregunta qué otro sarao congrega a mayor número de personas en una ciudad y que tanto reporta para los hosteleros o artesanos de la zona. Puestos a comparar, Noia se gastó 30.000 euros en su feria medieval de tres días -es el cache de la empresa Pegasus-, lo mismo que está cobrando la orquesta París de Noia por tres horas de actuación en verano.
Opina más o menos lo mismo el presidente de la Asociación Comercial y Empresarial de la Ciudad Vieja de A Coruña, Adolfo López, que destaca la «enorme repercusión» de esta feria entre los comerciantes de la zona. Los hosteleros la miman como oro en paño, porque la comida, en estas jaranas medievales, merece un rato de atención. La gastronomía en las ferias medievales es rica en proteínas y calorías. Aquí, al sándwich vegetal es un pecado. Reina la empanada, el churrasco, los crepes o los kebabs, mano de santo para el colesterol. Y para el bolsillo.