Nueve años lleva David Pérez alimentándose del maná de las fiambreras de su madre. Al principio, cuando llegó a Compostela, para estudiar filología, porque dependía económicamente de sus padres. Ahora que es profesor, porque no tiene tiempo para preparar los suculentos platos que se trae en cajitas de plástico casi todos los domingos. «É unha cuestión ser práctico de cara a manter unha alimentación sa. A comida da miña nai é impagable e a única forma de estar seguro de que en verdade son produtos caseiros».
Este pobrense afincado en Santiago asegura que a su madre no le incomoda el hecho de cocinar para él. «Ela fai para os que están na casa, pero tamén me ten en conta a min e separa un pouco do que estea cociñando para que o traia».
El resto de sus compañeros de piso (convive con tres personas más) hacen lo mismo, aunque en menor medida. «Case sempre que van pola casa traen algo. Igual menos ca min -que aparece cada fin de semana con un cargamento de fiambreras-pero iso é porque eu vou á Pobra case todas as semanas». Y si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. «A miña nai ten que vir moito a Santiago. Se non podo ir polo Barbanza, é ela quen se encarga de traer a comida», comenta.
De todos modos, asegura que podría alimentarse bien sin tener que abrir el frigorífico y sacar la empanada, el pescado o la carne de su madre. «Sei cociñar, pero non teño tempo para pasarme horas diante das potas», insiste.